Si siguieran creciendo los prejuicios contra la población musulmana a partir de los atentados del Estado Islámico, probablemente en muchos hogares cristianos no se celebraría la Bajada de Reyes. Ello porque estos reyes, venidos en sus camellos desde Oriente, probablemente serían hoy parte de los más de mil quinientos millones (doscientos millones más que los católicos) de creyentes en el islam.
Más allá de la ironía, el año pasado los atentados en París pusieron de duelo a millones de personas, en especial a quienes tienen lazos fuertes con Francia, como el que escribe esta columna. Pero desgraciadamente la indignación contra esa barbarie desató también comentarios contra toda la cultura islámica, llegándose a hablar de una “guerra de civilizaciones”. Se olvida así que el islam y el cristianismo, más allá de conflictos propios de épocas antiguas (la invasión de España o las cruzadas), en toda la historia convivieron mucho más pacíficamente que los mismos pueblos occidentales, donde dos guerras mundiales y barbaries como el genocidio contra el pueblo judío son solo una muestra.
Además, muchos caen en el simplismo de pensar que el Corán es un libro de agresión, basándose en algunas de sus frases que glorifican morir combatiendo a los infieles. Pensar así equivaldría a usar frases de la Biblia como “Quien no está conmigo, está contra mí” de Jesús, para justificar guerras santas cristianas. Un análisis más detallado de ambos libros ayudaría a ser más imparcial y a entender que cristianos, judíos y musulmanes no solo tienen raíces similares, sino que hasta honran a personajes comunes.
Por otro lado, es importante recordar que la mayor parte de ataques de extremistas religiosos islámicos, un grupo minúsculo dentro de los miles de millones de sus creyentes, se han dado no contra cristianos sino contra otros musulmanes, en sus propios países, como Siria, Iraq o Mali. No pensemos entonces que se trata de una guerra contra Occidente, ni peor aún que ser musulmán equivale a ser árabe, pues la gran mayoría de creyentes en el islam está en países como Indonesia e India, que no son parte de los problemas actuales.
No hay duda de que existen fuertes diferencias culturales entre cristianos y musulmanes, pero ojalá entendamos que ser civilizados implica respetar la sensibilidad cultural del otro. Si ese respeto fuera más común, la Inquisición no hubiera quemado en la hoguera a miles de “infieles”, los nazis no habrían matado a millones de judíos ni hubiera ocurrido la masacre de “Charlie Hebdo”. No se acaba con los extremismos culturales con extremismos culturales opuestos.
Ojalá, pues, la Bajada de Reyes haya servido para reflexionar y evitar que la indignación por los atentados de los extremistas se extienda hacia todos los musulmanes, lo que sí generaría un verdadero choque de culturas que solo beneficia a los belicistas del mundo. Volviendo a la ironía, no hacerlo implicaría que en nuestros nacimientos solamente haya pastorcitos y ovejas, porque los reyes magos que nos acompañaron tantos siglos no tendrían visa para entrar a nuestros hogares, como lo proponen extremistas de varios países, por sospechosos de ser terroristas y por practicar la magia. Ojalá (palabra que viene del árabe ‘Insha’Allah’, si Alá –o Dios– lo quiere) eso no ocurra.