La muerte de Robin Williams me conmueve debido a la distancia espantosa entre la vida emocionalmente insufrible que transitó entre las drogas, el alcohol y las depresiones; y, por otra parte, la calidez, disparate, ternura y particular talento que le brotaba para construir personajes capaces de hacernos reír y sentir.
Si bien no calificaría a todas las películas de Robin Williams como grandes films, siempre su actuación resaltaba por su fuerza interpretativa, ternura, pasión, sensibilidad o comicidad. Especialmente me acompaña una película desde 1989, “La sociedad de los poetas muertos”, que curiosamente es un drama y no un película cómica como muchas por las que especialmente se le recuerda.
En esta película, Williams encarna a un profesor muy poco ortodoxo que llega a enseñar literatura a una academia de lo más acartonada (cuyo lema es “tradición, honor, disciplina y excelencia”) donde jóvenes de élite en los años cincuenta en Nueva Inglaterra se preparan para ingresar a prestigiosas universidades estadounidenses para estudiar a la vez carreras de prestigio de la época como Derecho o Medicina.
Williams, quien encarna al profesor Keating, en vez de enseñar a paporretear textos o a repetir las lecciones sin ninguna posibilidad de crítica, les dice a los estudiantes que pueden ser individuos capaces de pensar por ellos mismos. Por ejemplo, es famosa una escena donde leen una interpretación de un autor a un texto y Keating (Williams) anima a los estudiantes a arrancar esas hojas del libro por considerarlas un adefesio o a pararse encima de las carpetas para observar el mundo desde otra perspectiva. Eran los años cincuenta, y la idea de que los jóvenes tengan libertad de expresión o no sean conformistas era un escándalo total.
La película que comento y Robin Williams me acompañarán todavía mucho tiempo en mi memoria y sentimientos porque me sigo preguntando si las universidades peruanas –a pesar de todos los espacios en los que los jóvenes han logrado libertad de expresión como en las redes sociales– permiten y alientan el no conformismo académico y la libertad de expresión como valores necesarios para la consolidación de espíritus libres y creativos en un entorno donde la innovación y la creatividad son cada vez más necesarios.
Muchas de las carreras y cursos universitarios tienden en la actualidad a valorar los modelos de la especialización (“Nada de corte y confección..., te enseñamos finanzas desde el primer ciclo”). Algo así planteaba sarcásticamente una publicidad radial de una universidad hace unos años. Lo que no saben es que lo que perdurará en el tiempo es lo que el personaje de Robin Williams les enseñaba a sus estudiantes: a pensar, a escribir, a comunicarse, a entender los diferentes cambios y perspectivas que existen en el mundo. El conocimiento “especializado” está cambiando más rápido de lo que duran las carreras universitarias tecnológicas.
Muchas universidades y alumnos tratan de arrinconar, disminuir, los cursos de Letras o Ciencias Sociales llamándolos cursos de ‘relleno’. Todavía hay un lugar para los poetas y para los soñadores. R.I.P., Robin Williams. Nos enseñaste mucho. P.S.: ¿Fuiste asesor de la comisión de la Nueva Ley Universitaria?