Cuando se seque el barro, por Patricia del Río
Cuando se seque el barro, por Patricia del Río
Patricia del Río

La señora Vicky vive al lado de la planta de tratamiento de agua de Huachipa. El  sepultó su casa, se llevó sus cosas, llenó su vida de barro. Dicen sus amigas que Vicky, que estaba deprimida porque hacía unas semanas su marido la había abandonado, no atinaba a nada. Si no hubiera sido por la buena voluntad de los vecinos, hubiera sido arrastrada por la fuerza del agua. Vicky, hasta el martes que conversamos con ella, no tenía prácticamente nada. Solo a Teodoro, un niño de 2 años que camina de la mano de su mamá que arrastra su dolor con la mirada perdida. A unas cuadras, vive el señor Raúl Cubillas, él es dueño de una fábrica de plásticos que también está hundida en el barro. Si bien su negocio queda casi al lado de la casa de Vicky, sus necesidades son completamente distintas: él necesita ayuda para desenterrar su centro de trabajo. Por eso, le pide desesperado a quien quiera escucharlo que él puede levantarse solo, pero que si no saca su maquinaria del barro perderá los más de 100 mil dólares que tiene invertidos. Estas son solo algunas de las historias que uno identifica si camina entre los damnificados de , . Historias de miedo y de desesperanza se entremezclan con las de fe y de ganas de trabajar. En medio del calor y del polvo aparecen a todas horas camionetas con personas de buena voluntad llevando desayunos, almuerzos, ropa y carpas. Y si bien en el norte la situación es más desesperada; basta ver los despachos de mis colegas para saber que la angustia y las necesidades se repiten con la misma espantosa simetría con la que lo hace el color lodo del que se ha pintado el Perú. 

El agua sigue cayendo por las quebradas y los peruanos están asustados. Pero cuando pase la etapa de supervivencia, el reto más grande que tenemos es organizar a los damnificados, empadronarlos y apoyar a cada uno en lo que le hace falta. Hay quienes lo han perdido todo, hay negocios que necesitan volver a empezar, hay familias que tienen recursos y solo necesitan limpiar sus casas. No todos necesitan todo, ni todos necesitan lo mismo. Están los que deben ser reubicados y los que podrán seguir viviendo en sus hogares si se canalizan los ríos y se arreglan los desagües. Habrá entonces que hacer un esfuerzo titánico para funcionar como un sistema organizado y no como una suma de individualidades. ¿Imposible? De ninguna manera. Esta es una gran oportunidad para hacer las cosas como deben ser.  tiene las ganas y ha asumido el liderazgo en esta emergencia. La oposición se está comportando de manera cívica y muy responsable. Los ministros están en la cancha. Las autoridades locales están saliendo de su letargo. Y sobre todo está la gente más comprometida que nunca con su país, con su paisano. Así que vamos con fe: cuando se seque el barro, los peruanos estaremos listos para volver a empezar.