Este Parlamento quiere aplausos, pero sobre todo sueña con votos. La mayoría tiene en la mira la campaña electoral del 2021, lo que conlleva un grave riesgo para la estabilidad económica del país. La situación está lejos de atenuarse, si consideramos los siguientes factores:
Primero, al sentirse excluidos de los esfuerzos por atender la emergencia del coronavirus (una responsabilidad centrada en los distintos niveles del Ejecutivo), en el Congreso creen que deberían ‘acompañar’ el proceso. Y no lo hacen coordinando con el Gobierno, sino compitiendo directamente con él (suspensión de peajes, disponibilidad del 25% de los fondos de las AFP, entre sus propuestas más visibles, pero llegan más). Es decir, armaron su propia fiesta sin pasar por comisiones ni expertos. “¿Para qué? ¡Somos el primer poder del Estado!”, enfatizan.
Segundo, quieren ganar la calle: como los partidos están desprestigiados, les resulta más práctico –y rápido– apuntar a iniciativas que la mayoría aplaudiría sin excepciones. Es lo que vieron hacer a Martín Vizcarra a lo largo del 2019 y ahora, desde el Congreso, planean utilizar la misma estrategia.
Tercero, sienten que este Gobierno no los respeta, al punto que ha evitado solicitar el voto de investidura al Gabinete Zeballos (cierto que la llegada de la pandemia ayudó a frustrar el proceso) y así, todo lo que provenga de Palacio de Gobierno es visto como sospechoso. “Superada la emergencia, el presidente va a volver a su estrategia de culpar de todo lo malo al Congreso. Es la única vía política que conoce y ya le funcionó”, me explicó un líder de bancada esta semana. No contar con una representación propia es otro factor en contra del mandatario.
Cuarto, la campaña electoral está más cerca de lo que parece y las consecuencias sociales –y sobre todo económicas– de la pandemia azuzarán las críticas al oficialismo. A más crisis y desempleo, más proyectos económicos “en aras de la equidad y justicia”. Ese es el mantra que recitarán hasta el hartazgo.
Como vemos, los incentivos para continuar en la misma línea son numerosos y perversos. El Gobierno debería tener en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) un operador político capaz de entenderse con el Legislativo –o al menos con un sector decisivo del mismo– a fin de atenuar el daño. ¿Es Vicente Zeballos el hombre capaz de lograrlo? Todo indica que no. Esta es otra emergencia que deberá atender en breve el mandatario si no quiere verse sobrepasado políticamente. Guerra avisada, señor presidente.