"Si eres de los que respetó las reglas, les hablarás a los tuyos de aquellas semanas de confinamiento cuando nadie podía salir de casa".
"Si eres de los que respetó las reglas, les hablarás a los tuyos de aquellas semanas de confinamiento cuando nadie podía salir de casa".
Patricia del Río

Algún día tus nietos te preguntarán ¿cómo fue? ¿Cómo vivían durante la pandemia del ? ¿Te tocó vivir en un mundo raro? De acuerdo con tu historia personal y dependiendo de la manera como te comportaste, podrás tejer distintos relatos sobre tu pasado.

Si eres de los que respetó las reglas, les hablarás a los tuyos de aquellas semanas de confinamiento cuando nadie podía salir de casa y los perros tenían cinco minutos para hacer sus necesidades. Les confiarás las angustias que te perseguían en las noches cuando te atrevías a pensar en cómo sacarías adelante a tu familia. Si eres de los que por meses viste el mundo desde una pantalla de televisor o de celular, tendrás que decirles que las personas morían por decenas primero y cientos después, y que los países más afectados ya no tenían dónde apilar a sus muertos. Si eres de los que rápidamente entendió que el primer compromiso del Gobierno era salvar vidas aunque la economía se fuera al cacho, les explicarás, con calma, que la gente dejó de viajar, que las reuniones en conciertos, teatros y fiestas quedaron prohibidas, que miles de millones de personas se quedaron sin trabajo para que los abuelos no murieran, para que los diabéticos, hipertensos y asmáticos no terminaran luchando por una brisa de aire en sus pulmones, abandonados en los pasillos de hospitales abarrotados de más enfermos.

Si hiciste un esfuerzo por sobrevivir, pero a la vez te ocupaste de que sobreviviera tu vecino, podrás contarles que les comprabas víveres al bodeguero de la esquina para que no quebrara o a la señora del mercado que vivía con la venta de diez paltas al día. O tal vez, si fuiste de los suertudos que mantuvo su negocio a flote a pesar de la crisis, podrás confesarles con orgullo que pagarles a tus empleados fue tu prioridad y que todos se ajustaron los cinturones para seguir adelante. Si te tocó ser gerente de un banco e hiciste malabares para que los intereses no se comieran a los clientes, podrás señalarles por la calle esos pequeños negocios que no se hundieron, a esos peruanos chamberos que apenas pudieron honraron sus deudas.

Si, en cambio, te zurraste en la cuarentena y seguiste haciendo ‘footing’ para no perder la figura. O si botaste a la mitad de tus empleados y a los que quedaron los hiciste trabajar el doble para que tus ganancias no disminuyeran. Si te atreviste a especular con los precios de tus productos. Si tuviste la desvergüenza de sugerir que se murieran nomás los gordos y los obesos, entonces será preciso que digas una mentira. Porque tu pasado será vergonzoso, porque tu familia no se atreverá a mirarte a los ojos, porque esa fortuna que defendiste con tanta vileza y egoísmo se habrá construido sobre una pila de cadáveres, esperando en fila su turno para ser incinerados.

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