Muchos peruanos se preguntan hoy –pese a los llamados al diálogo de la OEA– qué vendrá primero: la disolución del Congreso o la vacancia del presidente.
Hasta el momento, no tenemos certeza de que alguno de estos dos eventos se vaya a dar. Sin embargo, si hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es en que –si hablamos de dos poderes a la ofensiva– es el Ejecutivo el que tiene la ventaja. Considero que esto se debe, en buena medida, a que una de las pocas cosas que el Ejecutivo sabe hacer es transmitir su mensaje de manera simple y directa.
Para entender esto tenemos que ir más allá del terreno legal. Hoy estamos en el terreno de la interpretación. Acá, lo que más importa no es lo que se dice, sino cómo se dice. Esto lo comprobó el Ejecutivo cuando anunció que, bajo su interpretación, el Congreso le denegó fácticamente la confianza la semana pasada. Esta interpretación puede ser absolutamente ilegal (el Congreso ha llenado el vacío normativo que le permitió a Vizcarra acuñar la ‘negación fáctica’), pero eso es lo de menos. Más importante que la realidad es la percepción que la opinión pública tiene de ella. Y cuando la realidad es complicada, nos prendemos de explicaciones simples que reafirman las ya existentes nociones generalizadas.
El Ejecutivo está usando el enredo y la confusión como tácticas. Al plantear cuestiones de confianza sobre temas muy técnicos y complejos de explicar, y al usar un lenguaje jurídico que la mayoría de las personas comunes y corrientes no manejamos, se nos aleja a los peruanos de la realidad. Luego, el Ejecutivo traduce esa realidad compleja en un discurso simple que se basa en posicionar al Congreso como ‘golpista’ y ‘obstruccionista’. Como el Congreso ya está bastante desprestigiado, es rentable confrontarlo y echarle culpas. Es una estrategia floja, pero funciona.
Para el Congreso, en cambio, la sola tarea de explicar por qué la cuestión de confianza era improcedente ya involucraba usar un lenguaje intricado. La mayoría de los peruanos están más preocupados por llevar comida a la mesa que por comprender los pormenores de una cuestión de confianza enrevesada. Lo que se nos queda en la mente, más bien, son los mensajes simples como “¡El Congreso no me deja trabajar!”.
Esta narrativa del Ejecutivo, además, se refuerza con los errores del propio Congreso. Si la moción de vacancia que actualmente corre su curso no prospera, serán tres los intentos fallidos del Congreso por vacar a Castillo. Esto calza perfectamente con la narrativa que impulsa Castillo de un “Congreso golpista”.
El Ejecutivo tiene la simpleza de su lado y la está utilizando a su favor. Si tuviera que darle un solo consejo al Congreso de la República sería el siguiente: ajusten su estrategia y empiecen por simplificar su mensaje.