El presidente Martín Vizcarra participa en su conferencia de prensa diaria para informar sobre el avance del COVID-19 en el país, ayer, desde Palacio de Gobierno. (Foto: Presidencia).
El presidente Martín Vizcarra participa en su conferencia de prensa diaria para informar sobre el avance del COVID-19 en el país, ayer, desde Palacio de Gobierno. (Foto: Presidencia).
Fernando Vivas

Si no quieren marcar con plumón los días que ya van –¡17, atatau!– de libertades restringidas y pérdidas económicas y, además, se estresan pensando que se van a ampliar una quincena más, entonces compartan este pensamiento proactivo: si demostramos que podemos tomar las medidas de una transición a la vida normal, el Gobierno dejará de ser drástico. No puedo asegurar que , pero puedo asegurar que la salida será gradual.

Hay una serie de medidas que podría animar al Gobierno a hacer el lunes 13 el tránsito de la cuarentena a una contención sostenible. Pero es indispensable que se empiece a mostrar ya la plena disposición de ciudadanos, entes, empresas grandes y pequeñas, a poner su cuota significativa a un nivel de aislamiento menor que el actual pero mayor que el usual.

Una de esas medidas, que cae por su propio peso, . Todo negocio se comprometería, de acuerdo a su rubro y característica, a tener un porcentaje de su personal en casa. Eso y la virtualización de clases en la mayoría de universidades, institutos y colegios de hecho descongestionarían el transporte público y los espacios compartidos en la rutina ordinaria. Lo que no pudo ninguna reforma del transporte podría lograrlo esta contención sin paralización de la economía.

Todos los negocios y empresas que ahora hacen tremendos sacrificios tendrían que demostrar, a través de sus gremios, no solo las cifras en rojo de su dramática parada, sino el protocolo que cumplirían en su reapertura: aforo mínimo, cola con distancia, mascarilla obligada, provisión de gel y desinfección. Ya lo hacen las bodegas y farmacias. En empresas y entes más grandes, la obligación incluiría la toma de temperatura.

Los negocios que aglomeran público, como todo tipo de espectáculos, sufrirán restricciones más prolongadas y debe de haber un paquete específico y compensatorio para ellos. Lo mismo vale para el negocio aéreo y el turismo, que también sufrirán una para larga, pues lo más prudente es que las fronteras –salvo para el pase humanitario y a cuentagotas de nacionales– sigan cerradas.

Los restaurantes, ese rubro emblemático que hoy sufre tremenda depresión, podrían, por un tiempo, solo atender pedidos para llevar o por delivery; se evitará, así, esa confluencia de gente en espacios cerrados que es lo que más se quiere impedir. Pero antes, para pasar a este gradualismo, tiene que aplanarse la maldita curva.


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