"Un líder tiene que proteger su imagen evitando el riesgo de ser pillado en un incidente policial".
"Un líder tiene que proteger su imagen evitando el riesgo de ser pillado en un incidente policial".
/ Hugo Perez
Fernando Vivas

Bienvenidos a la nueva bronca y a la nueva polarización caviares/morados versus conservadores/naranjas. ¿Saben cuál es el principal error de definición de y de su entorno, más dramático que la carrerita del susto por la que le hacen bullying?

Desde el 2016 todo aconsejaba, para un partido nuevo, superar la bronca entre la mayoría congresal y el gobierno. Estar más cerca de este último que de los congresistas disueltos era una buena opción; pero de ahí a recoger gestos, antipatías y hasta congresistas identificados con Vizcarra es demasiado. Festejar el cierre del Congreso naranja, vaya y pase, pues sintoniza con una abrumadora mayoría; pero esa misma mayoría no quiere una próxima bronca como aquella que parecen anunciar algunos morados en sus gestos. Quizá no es casual que, en las encuestas publicadas antes de la prohibición, su intención de voto era similar al núcleo duro fujimorista.

Ellos, que no tenían vela en el suicidio/entierro del Congreso, acabaron demasiado identificados con las pechadas del oficialismo. En lugar de construir su centro auténticamente morado, se ganaron su gratuito polo rojo moqueguano. En lugar de tener una relación crítica con el fujimorismo y otras fuerzas del Congreso disuelto, adquirieron poses de ‘nakers’. El partido recién nacido se puso, torpemente, en la línea de fuego de los viejos odios. De ahí el implacable ‘todos contra Julio’.

Guzmán tenía que aprovechar la crisis de Mora para dar él mismo la cara –no su secretario general Rodolfo Pérez– en un mensaje firme y dramático, hablando de sacrificios políticos y valores institucionales por encima de las lealtades de cúpula. En el imaginario anti-Guzmán de estos días, ese mutis respecto de Mora está íntimamente identificado con la carrerita posincendio. Si Guzmán hubiera salido, severo y seguro de sí, a cuadrar a ese general en retiro, quizá la fuente del video no lo pasaba a “Panorama”.

A los morados les queda, en este trance, afirmar que el valor del partido está por encima de las acciones y omisiones de su líder. Francisco Sagasti, Zenaida Solís, el propio Pérez, por solo citar a tres, tienen que tragar saliva y soltar ese rollo partidario. El 2021 está demasiado lejos y esquivo para Julio Guzmán; el 2020 es hoy y podría reducirse hasta su aún desconocido núcleo duro.

El origen del escándalo no es tan grave. Un líder tiene que proteger su imagen evitando el riesgo de ser pillado en un incidente policial. Más cuestionable es la forma de abandonar la escena que el mutis en sí mismo. Si fue infiel, eso debiera importarnos un pepino. Lo más grave ha sido el manejo de su imagen una vez que fue cuestionada. Qué difícil le resulta a Julio Guzmán hacerse respetar.

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