Mario Saldaña

Hace dos años un gran amigo, viajero constante por razones laborales, fue categórico tras uno de sus regresos del Reino Unido: “dejó hace años de ser una ciudad de ingleses. Hoy literalmente le pertenece al mundo”. En estos días que recorro sus calles y varios de sus espacios emblemáticos, tan entrañables como disruptivos, he llegado a la misma conclusión.

He tenido la suerte de estar en metrópolis similares donde la multiculturalidad, la multirreligiosidad y el pluralismo étnico se han fusionado tanto con la historia y la identidad local que hoy son parte constitutiva del “carácter o la personalidad” del lugar. Nueva York o París son dos ejemplos con similitudes a la ciudad del Támesis.

Claramente, como todo proceso de integración, el camino es empedrado, violento y conflictivo. Y es evidente que la migración masiva que sufre Europa (y, por supuesto, Reino Unido) es uno de los problemas más críticos que abordan sociedades y gobiernos, al punto de haber potenciado opciones políticas extremistas.

Pero el caso de Londres es único y diferente. Para empezar, es un hecho histórico la elección de un primer ministro y líder de los ‘tories’, el señor Sunak, descendiente de una pareja india que migró al Reino Unido en los años 60. Deben ser pocas las calles donde no se escuchen varios idiomas en simultáneo, a personas fumando “shisha”, o negocios y comercios con nombres en idiomas del Oriente u Oriente Medio, alta presencia africana y latina, y todo en un completo clima de respeto y hacia lo diferente.

O, más precisamente, hacia los opuestos culturalmente, hablando desde una óptica occidental.

En paralelo, se me hace imposible no hacer el comparativo con el Perú. Nuestro país sigue exportando connacionales, como bien acaba de reportar la BBC, y por diversas razones. Pero nos hemos vuelto receptores netos de migrantes tras la diáspora venezolana y con una Lima que es un crisol de identidades peruanas.

Pero, claro, con una gran diferencia: la tolerancia no es exactamente el rasgo que nos define. De uno y otro lado. La integración sigue siendo un mito y las brechas de todo tipo son lo que nos caracteriza.

Quizás el día que asumamos nuestras diferencias como rasgo esencial de la peruanidad y veamos en ellas un activo, un valor intangible, la tolerancia mutua sea la consecuencia natural.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Saldaña C. es priodista