En esta época nuestras ciudades se convierten en catálogos electorales diseñados en el infierno.
La gran mayoría de esfuerzos de comunicación de los candidatos son anodinos: casi siempre la misma clase de foto y la misma manera altisonante de prometer. Sin embargo, hace unos días escuché algunas opiniones desfavorables sobre un par de candidatos limeños que se lanzaban a la campaña con las frases: “Vao Colorao” y “Honestidad entre ceja y ceja”. En el primer caso, el candidato a Miraflores aparecía trotando por su distrito a la cabeza de un grupo de entusiastas. En el segundo, el candidato de San Isidro muestra una síntesis gráfica de sus cejas descomunales. A favor de estas presentaciones en público es justo recordar que nadie “compra” lo que no tiene en su cabeza y, por eso, distinguirse es el paso obligado en este tipo de contiendas. Ambos lo han logrado: fíjese que hasta yo caí en el juego y estoy hablando de ellos. Lo que resta –y ojalá lo hagan– es sumarle a esta primera capa el sustrato de las propuestas.
Los casos nombrados son mesurados si se comparan con otras campañas que son dignas descendientes de Susy Díaz y su 13 en las nalgas. En una sociedad que no se informa, pareciera que con la primera capa es suficiente. Pero no lo es. Hacerse conocido es el primer ‘check’. Toda elección es un contrato emocional y cada candidato debe encontrar esa forma adicional de hacer sentir gratificado al elector.
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Los diez años de Camisea se celebraron en una gran reunión organizada por PlusPetrol (la empresa a cargo de la operación) y por TGP (la empresa que transporta el gas hasta la costa).
Al ver los videos y escuchar las cifras emitidas por la gran pantalla, uno podía darse cuenta de que Camisea es un proyecto de ingeniería y logística como para erizar los vellos. La participación de TGP fue la más aplaudida: era difícil no sentir simpatía por toda esa gente que tendió un ducto desde Cusco hasta Lima atravesando las selvas más movedizas, las cumbres andinas sin oxígeno y los ríos torrentosos que se encuentran a lo largo de 730 kilómetros. Lo que se vio en su video fue la épica de un viaje, una idea muy sencilla de asimilar que –en mi opinión– es lo que le falta al proyecto en su conjunto para ser igual de aplaudido. De poco sirven para la comunicación los US$25.000 millones que el país ha ahorrado en tarifa eléctrica gracias a Camisea porque las matemáticas rara vez emocionan. En cambio, díganle a un peruano que Camisea es el proyecto energético más ambicioso de Sudamérica. Lo más probable es que deje de pensar en comida por un segundo para sonreír en secreto.
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Hoy escuché en la radio un comercial que hablaba de un restaurante “en pleno corazón de Barranco”. Quien haya redactado hace décadas esta frase por primera vez fue un innovador y quienes lo siguen haciendo hasta ahora son unos calcadores, de la misma forma en que Edilberto Mérida fue un verdadero artista al crear sus efigies de extremidades descomunales y solo son operarios quienes las replican por cientos para las ferias artesanales. La publicidad no es arte, pero hay poquísimas veces –el 0,05% de los casos– en que se codea con ella. Y solo ocurre cuando alguien crea, de verdad, una nueva forma de conmover al prójimo.
* www.gustavorodriguez.pe