“Necesitamos una nueva clase política que evite que la agenda se la pongan los 'hermanitos' y las 'Odebrecht'”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Necesitamos una nueva clase política que evite que la agenda se la pongan los 'hermanitos' y las 'Odebrecht'”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
Fernando Cáceres Freyre

¿Cuántas veces respeta usted estas reglas de tránsito? Conservar una distancia suficiente respecto del auto que lo precede para frenar si se detiene, e indicar –con al menos tres segundos de anticipación– que va a cambiar de carril.

Muy pocos cumplimos las reglas de juego en el Perú, porque si lo hacemos muchas veces no logramos avanzar. Por ejemplo, en el caso del tránsito, si mantienes una distancia prudente del auto de adelante, otros invaden tu carril, y si indicas que vas a cambiar de carril, el auto de atrás acelera. “La lógica en nuestro país es: o me aprovecho yo, o se aprovechan de mí”, como dice Martín Riepl (2019).

La consecuencia es que –fuera de nuestro círculo de amigos y familiares– no somos capaces de confiar en los demás ni de cooperar en pro del bien común. Todo parece beneficiar a unos en detrimento de otros. Ese es el principal problema de esta sociedad: la desconfianza que nos impide cooperar. Sin esto, no hay democracia ni economía sostenibles.

De hecho, vivimos en la región con mayor desconfianza interpersonal del mundo (14%), llegando la confianza entre peruanos a tan solo un 11% (Latinobarómetro, 2018). Tal como dice el estudio “Kusikuy: la felicidad de los peruanos” (2019), “hay un principio tácito que limita las buenas relaciones (respeto) casi exclusivamente hacia los propios y justifica las conductas desadaptativas hacia los ajenos (el quebrantamiento de las reglas de tránsito, el saltarse la fila, la mala atención, la corrupción)”.

Por eso son tan importantes iniciativas como el proyecto Recambio, que lidera Augusto Townsend. Una iniciativa que busca construir lazos de confianza entre personas de diversas ideologías que van a postular al Congreso 2020, así como una agenda mínima de consensos, a fin de que quienes salgan elegidos estén en condiciones de lograr mayores consensos. Hoy vienen trabajando con 30 candidatos de 12 partidos políticos diferentes.

En el 2016, inspirado en el modelo de coaliciones multifacciones que usan los estadounidenses para arribar a consensos y hacer campañas (e.g., grupos verdes con contribuyentes en pro de que se elimine cierto gasto público perjudicial para el medio ambiente), intenté promover una iniciativa ciudadana conformada por diversas tendencias, a fin de llegar a consensos básicos para determinadas políticas públicas. La abandoné cuando, desde el fujimorismo, me dijeron que “lo último que querían es que desde fuera les pusieran la agenda”.

Necesitamos una nueva clase política que esté en capacidad de cooperar entre sí, que evite que la agenda se la pongan los “hermanitos” y las “Odebrecht”, y que permita que iniciativas transparentes de la sociedad civil organizada puedan proveerlos de propuestas de política pública. El reto es doble: nueva gente más una agenda mínima que venga de abajo hacia arriba.