"El Gobierno intenta reorganizar a la policía y darle un nuevo liderazgo: crisis".  (Foto: Presidencia)
"El Gobierno intenta reorganizar a la policía y darle un nuevo liderazgo: crisis". (Foto: Presidencia)
/ Luis Iparraguirre
Pedro Tenorio

Hoy es la Ley de promoción agraria, mañana serán las concesiones mineras. Hoy vemos el cierre de importantes vías terrestres como la Panamericana Sur y Norte (esenciales para ciudadanos y comerciantes que necesitan viajar o ganarse la vida), mañana serán puertos de carga y también aeropuertos. La estrategia es cada vez más evidente: “El Gobierno es débil, no puede imponer la ley. El Congreso es fuerte, puede maniatar al Gobierno. Y en ese caos, todo puede suceder”. Y ello en medio de la peor crisis económica y social de los últimos 50 años derivada de la pandemia.

El Gobierno intenta reorganizar a la policía y darle un nuevo liderazgo: crisis. El Ejecutivo afronta un reclamo contra del marco legal que ha propiciado el crecimiento y desarrollo del sector agroexportador (donde siempre será factible operar mejoras), pero rápidamente se le escapa de las manos a nivel nacional: capitulación absoluta del Ejecutivo y, en consecuencia, la seguridad jurídica de las actividades económicas termina por los suelos. ¿Así es como se pretende reactivar el país luego del peor año para la salud y economía de millones de peruanos?

El gobierno de Francisco Sagasti ha pasado de sus promesas iniciales a exhibirnos toda su debilidad en tiempo real y eso es nefasto para una autoridad. Un país no se gobierna –solo– con buenos deseos. Los agitadores de diverso cuño (la izquierda radical de un lado, pero no solo ella) conocen ahora la fórmula para hacerlo retroceder mientras el Parlamento mira a otro lado, desaparece (como los congresistas por Ica, ¡que deberían representar a los agricultores de su región en la mesa de negociaciones!) o se suma a la protesta, restándole todo margen de maniobra al Ejecutivo. Más allá de las buenas intenciones de Sagasti, este habrá descubierto durante las últimas horas el oscuro túnel en el que se metió al aceptar la presidencia del Legislativo en estas circunstancias. Hoy la tragedia del Perú no es solo ser un país de enormes desigualdades, sino una sociedad a la deriva.

¿Algún partido político o candidato propone salidas efectivas ante esta crisis? Ninguno. Todos observan y exigen esto y aquello mientras hacen cálculos en función a sus probabilidades en las elecciones que se celebrarán en cuatro meses.

Hace dos semanas advertimos en esta columna que Sagasti no tendría “Luna de miel” y que debía actuar de inmediato como jefe de Estado, haciendo política, recorriendo el país con sus ministros y tomando decisiones en beneficio de la gente. Si continúa “en el palco” como hasta ahora su presidencia seguirá tambaleando. La crisis se agudiza.