Harto de comentar las malas, quiero dar cuenta de una buena: la línea 2 del metro de Lima, toda ella subterránea (a diferencia de la línea 1), avanza a ritmo de tramitología peruana, pero avanza. Con necesidad de afinar todos los controles, pero avanza.
Tras pedirlo en varias instancias y oportunidades, pude por fin visitar las obras. Vi parte de túnel, andenes, una estación casi completa y un patio taller con trenes estacionados. Parado en uno de los seis vagones, sin puerta interconectada, con una estantería para dejar equipaje, pues la línea 2 incluye un ramal hacia el aeropuerto, me emocioné. Caray, es el futuro de Lima, de una tercera parte del Perú que estamos fregados al ir entre la chamba, la casa y el relax.
Se firmó una adenda –¡qué miedo!– a fines del 2018 para zanjar las diferencias con los peleoneros españoles e italianos que comandan el consorcio Nuevo Metro de Lima. Se ajustó la obra, que estaba casi paralizada, a un cronograma realista que debiera concluir a fines del 2024, con 27 estaciones en 27 km entre Ate y el Callao.
Lo más indignante era que dos tuneladoras (gigantescos taladros que operan bajo tierra) estaban inutilizadas, pues no había condiciones para meterlas bajo la superficie y cavar. Tuvo que construirse una fábrica de dovelas (capas que revisten la tierra a medida que se excava) y recién estarán listas en unos meses para que los taladros se enciendan.
Con estas demoras producto de un modelo de concebir las APP (asociaciones público-privadas) que debe ser reformado, pues deja mucho espacio a la interpretación y a la adenda (¡miren si no el Lava Jato!), hay que celebrar que en este caso Pro Inversión se resistió a darle la buena pro al consorcio que lideraba Odebrecht e incluía a Graña y Montero, Andrade Gutiérrez y Queiroz y Galvao; y se la dio a los europeos. Si lo ganaba Odebrecht, muy probablemente nuestro subte estaría muerto como el gasoducto. De paso, se entiende mejor por qué Odebrecht, que perdió la línea 2 en marzo del 2014 (conozco por lo menos a un funcionario testigo y víctima de sus presiones), hizo lo imposible para hacerse del gasoducto en noviembre de ese año. Imagínense a los patanes dueños del mundo mandando un mensaje de este tipo a Ollanta y Nadine: ‘Ya perdimos el metro; el gasoducto será nuestro, ustedes verán cómo’.
Es algo extraño que el tramo inaugural no incluya la estación 28 de Julio donde se cruza con la línea 1 –dicen que los celos humalistas prefirieron empezar lejos de la línea identificada con García–, pero esa será una próxima etapa. Hay que poner los ojos a esta obra, para prevenir y corregir los problemas; no para usarlos como arma paralizante.