Nuestra columna “Hoy sí atiendo provincias” (EC 2/1/23) generó interés en empresarios de todo tamaño, pero más de uno manifestó que un gran impedimento para invertir fuera de la capital es la falta de apoyo de las autoridades regionales y locales. Los alcaldes y gobernadores que asumieron sus puestos hace pocas semanas podrían cambiar eso. Veamos.
Si es difícil lidiar con la burocracia limeña, dicen que esa situación muchas veces se magnifica en provincias. Allí, obtener permisos de funcionamiento, licencias o cualquier trámite similar exige procedimientos muchas veces insalvables para las empresas que tienen códigos de conducta ética bien definidos. Y si eso se supera, algunas autoridades, aprovechando el monopolio administrativo que poseen, comienzan un control exagerado, a veces irracional que, acompañado de ataques mediáticos, hace muy difícil funcionar de manera eficiente.
¿Cómo deberían entonces actuar?, preguntamos. Como ocurre en los países con más trayectoria democrática, nos responden, donde la función de las autoridades, muchísimo más amplia que gastar (bien) los presupuestos que reciben, es generar más oportunidades de bienestar a sus vecinos. Por ello, en vez de oponerse, los alcaldes y gobernadores deberían atraer y dar facilidades para que más empresas, fábricas, hoteles y minas creen puestos de trabajo y paguen arbitrios. Así, sin renunciar a su función de autoridad y control a esas empresas, generarían un círculo virtuoso de más empleo para sus electores, y más presupuesto para darles mejores servicios.
¿Pero eso no es función del Gobierno Central? Lo es, pero no de manera exclusiva, pues municipios y regiones son niveles de gobierno con muchas más capacidades que las que la mayoría de ellos ejerce o quiere asumir. De hecho, el problema del centralismo no se resolverá solo pidiendo más recursos a Lima, y menos aún si para ello paralizan la inversión o le causan daño. El centralismo solo desaparecerá de forma permanente cuando las provincias se involucren más en generar trabajo y producción que las haga menos dependientes de la capital.
Por todo lo anterior, las nuevas autoridades deben entender que su rol pasivo de demandantes de más recursos y de ser solo caja de resonancia de las quejas de sus electores contra Lima limita mucho su accionar. Mucho más útiles serían si asumieran el rol activo de ser generadores de ingresos, crecimiento y bienestar duradero para sus comunidades. Actuando así todos ganarían, pues, además de mejorar el nivel de vida de sus vecinos, contribuirían a una verdadera descentralización y, de paso, ellos se convertirían en los líderes que las provincias, y todo el país, necesitan. Les deseo una gran semana.