martin vizcarra
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Pedro Tenorio

La ecuación es simple, pero la gran mayoría de nuestros políticos se resiste a aceptarla: a mayor crecimiento económico mayor generación de empleos, de riqueza y de cobro de impuestos para el sostenimiento de servicios básicos y programas sociales en beneficio de millones de peruanos. Y si creciéramos por encima del 5% cada año, a muy pocos importaría realmente la pugna permanente –y muchas veces inútil– entre el Poder Ejecutivo y el . Sin embargo, la situación está muy lejos de ser favorable y por eso estamos a dos escasos meses de cumplir –el próximo 28 de julio– tres años perdidos para el país (2016-2019).

Responsables directos hay muchos. Pero más allá de seguir asignando culpas (piense usted en su villano favorito) nos interesa analizar aquí si la última escaramuza entre Gobierno y oposición por el tema de la reforma política beneficiará decisivamente a uno de ellos. Pienso que a ninguno y lo explico: primero, porque el principal problema del presidente no es de liderazgo moral o político, sino de gestión. Nada ganará intentando poner al Congreso –tan resistido por la opinión pública– contra las cuerdas. Serán los malos de la película, sí, pero ¿y? Veamos: ¿Qué ofrece Vizcarra luego de 14 meses en el poder, en qué ha mejorado la situación económica y social de los peruanos en lo que va de este año?

Y segundo, porque la reforma política (importante, sin duda) no ha calado en la opinión pública. Como registró El Comercio-Ipsos el último domingo, en el ámbito nacional la desconoce. ¿Realmente es motivo suficiente para retar a la oposición y ganar puntos? Para nada. En esta pugna nadie gana. Y si nadie gana, quien debería estar trabajando y no lo hace –es decir, el Ejecutivo– pierde mucho más. Así lo confirman todas las encuestas a las que se han vuelto tan aficionados en Palacio.

Lo peor es que en medio de este trajín hemos perdido a los moderados, y son las barras bravas las más activas: de un lado exigiéndole a Vizcarra que cierre este Congreso. Y del otro socavando la legitimidad del mandatario con el fin de acelerar su fracaso. He hablado con voceros de bancadas, asesores ministeriales, viejos observadores de la política y la conclusión es la misma: nadie intenta concertar, solo se trata de resistir hasta el 2021. Así, la clase política resulta alejada hoy de lo que sienten y esperan sus electores. Gobierno y oposición en el Congreso son –como refería Borges a propósito de un viejo chiste– “como dos calvos peleándose por un peine”, solo que ambos creen lucir una frondosa cabellera. Sin moderados dispuestos a pactar políticamente, solo nos puede ir peor. Aún es tiempo de evitarlo.