En el Congreso no se han enfrentado izquierda versus derecha, sino el individualismo desbocado versus la disciplina partidaria. Voto por la última, porque es orden y voluntad colectiva cuando más la necesitamos. Es algo de qué agarrarse mientras el caos y el ‘yo hago lo que me da la gana’ difuminan el corto, el mediano y el largo plazo. Los partidos, con su disciplina interna y su apertura al acuerdismo, mantienen el tejido de la política. Vienen de una tradición y, donde esta existe, hay futuro.
Me importan poco los nombres. Que Gladys Echaíz fuera la más popular en las encuestas telefónicas de los medios era secundario. Abandonó su bancada y postuló con otra, dos vicios del individualismo que no te pueden hacer candidato de consenso, sino de bronca. Lo mismo vale para Héctor Acuña, aunque ni siquiera era popular. Si no hay suficientes partidos que honren sus acuerdos, bancadas que respeten a sus partidos y congresistas que acaten las decisiones colectivas, caray, ahí sí que nos hundimos.
Que los liderazgos se hacen en acciones destacadas, a veces temerarias, a veces contra la corriente, es cierto; pero cada uno de esos líderes ha trabajado en mil acuerdos, ha acatado mil decisiones, ha construido partido, grupo y doctrina. En la política es como en todas partes, como en el deporte y la empresa privada: sin disciplina y apoyo institucional, no hay triunfo. Invoco un ejemplo extremo: Kimberly García, doble campeona mundial en 20 y 35 kilómetros. ¿Acaso Kimberly no se inscribe en la tradición de grandes corredores de la sierra central? ¿Acaso, a falta de suficiente apoyo de los entes deportivos, no lo obtuvo de la empresa privada?
La ‘institucionalidad’ se invoca tanto que la palabra suena hueca para muchos. La digo con hechos y ejemplos: lo institucional es respetar acuerdos de bancadas y partidos, acatar decisiones de grupo, negociar con agendas comunes. En ese sentido, la lista más institucional era la primera que se inscribió, la encabezada por Lady Camones, basada en un acuerdo del 2021 que le daba ‘el turno’ a APP. En fin, los detalles de la bronca huelgan; lo importante es que, a fin de cuentas, los partidos hicieron más votos que el individualismo desbocado.
La disgregación de listas, con bancadas rotas, disidencias y broncas enconadas, han dejado heridas que dificultarán la transición inevitable. Los congresistas han aprendido en estos días a ejercer su libre albedrío, a ser candidatos ajenos, a armar pequeñas alianzas con pequeños acuerdos. Ahora tienen el reto de superar sus rencillas y malhumores, y armar una gran coalición que empuje a la salida de Pedro Castillo y Dina Boluarte y conduzca la transición.