ROLANDO ARELLANO C.
Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica
Inversamente a lo que pasó en EE.UU., la historia de la América del Sur hispana está marcada por divisiones sucesivas en países cada vez más pequeños y económicamente menos eficientes. Felizmente desde hace unos años, a diferencia de la división impulsada en el pasado por caudillos apoyados por intereses empresariales, hoy el movimiento empresarial está empezando a revertir ese camino.
En lo que nos concierne más, Chile se separa del Virreinato del Perú cuando Almagro quiere territorio propio; y luego de la independencia, Ecuador y Bolivia se separan de Lima por motivos similares. Luego estas divisiones se reforzaron con conflictos instigados por intereses y patrioterismos internos o, como en la Guerra del Pacífico, por intereses económicos de terceras potencias. A diferencia de lo que motivó por ejemplo la separación de India y Pakistán, con nuestros vecinos no existían conflictos culturales importantes, pues tenemos la misma historia, idioma, religión y, con pequeñísimas variantes, también raza.
Pero felizmente desde hace unos veinte años empresas de nuestros países iniciaron el camino inverso: el de la formación de una gran región unida por intereses económicos y comerciales comunes. Así, más allá e incluso antes de la firma de tratados de libre comercio y otros tratados, poco a poco empresas chilenas, por citar a las que primero salieron, empezaron a llevar sus negocios a los países vecinos y a mostrar a sus gobiernos que sí era posible trabajar juntos. Mostraron que nos podíamos entender a pesar de los enconos del pasado o de las declaraciones chauvinistas, ultranacionalistas, de los dirigentes políticos y militares. Lo mismo pasó después con empresas colombianas, mexicanas y luego algunas ecuatorianas y peruanas.
No hay duda de que por ejemplo las tiendas por departamentos han hecho más por disminuir los resquemores históricos de los peruanos hacia Chile, que lo que cualquier tratado político hubiera podido generar. Y en este sentido se puede prever que las empresas peruanas que están ya llegando a Chile, no solo restaurantes, harán cambiar la idea parcial que muchos chilenos se han formado de nuestro país. Por ejemplo, verán que el Perú es más variado que el que observan en los esforzados migrantes económicos peruanos que fueron allá en las épocas de crisis. De la misma manera en la que los países vecinos supimos luego que Chile no era solo lo que mostraban sus decenas de miles de refugiados económicos y políticos hace cuarenta años.
Dice la historia que una de las razones por las que Brasil no se desmembró en el siglo XIX, a pesar de sus muchas tentaciones separatistas, fue porque sus dirigentes entendieron que dividirse los expondría a la influencia de una Inglaterra antiesclavista, mala para su sistema productivo. Felizmente hoy el tema de la unidad ya no se presenta para defender un sistema injusto sino, por el contrario, para impulsar el bienestar de los pueblos.
Toca pues a las empresas peruanas y chilenas ir en contra de la corriente histórica de sus antepasados y luchar contra quienes buscan sustentar su poder en la separación de las naciones. Nos toca empezar a expresar abiertamente nuestra apuesta por el camino inverso, el de la unión. Ese camino en el cual todos, salvo quizá algunos políticos, ganan.