Estaba sacando el auto de mi esposa de nuestro garaje cuando me di cuenta de que no estaba mirando la cámara de retroceso, tampoco la ventana trasera. Solo escuchaba los pitidos agudos que emite mi automóvil cuando me acerco a un objeto. El problema fue que el auto de mi esposa, un modelo más viejo, no ofrece tales pitidos.
Me había vuelto tan dependiente de esta tecnología que dejé de prestar atención, un problema con consecuencias peligrosas.
Las cámaras de retroceso están destinadas a evitar accidentes. Entre el 2008 y el 2011, el porcentaje de autos nuevos con estas cámaras se duplicó, pero la tasa de accidentes fatales por retroceso disminuyó menos de un tercio y las lesiones solo un 8%.
Tal vez una razón sea que, como indicó un informe de la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carreteras de EE.UU., “muchos conductores no están conscientes de las limitaciones” de la tecnología. El informe también encontró que 1 de cada 5 conductores se habían vuelto tan dependientes de las herramientas de retroceso que habían experimentado una colisión mientras conducían otros vehículos.
Que nuestros cerebros deleguen con tanta facilidad esta tarea a la tecnología hace que me preocupen las aspiraciones de la industria por la automatización absoluta.
La marcha de Uber hacia un vehículo con automanejo golpeó un bache el año pasado. Uno de sus Volvos atropelló y mató a un peatón. Si bien se prestó mucha atención a cómo un auto con cámaras y sensores podía pasar por alto a un ser humano, poco se habló de la persona en la cabina.
Algo similar parece haber ocurrido con un puñado de muertes relacionadas con el piloto automático de Tesla. Parece que los conductores hicieron poco o ningún esfuerzo para intervenir.
La introducción de la tecnología de seguridad también ha provocado accidentes no deseados en otros contextos. En diciembre del 2017, una paciente murió en un importante centro médico cuando una enfermera buscó un medicamento contra la ansiedad en un gabinete de dispensación automática escribiendo solo sus dos primeras letras. Ella eligió el primer medicamento que apareció en los resultados: Vecuronium, en lugar de Versed. La paciente murió en unos días.
La tecnología parece haberse vuelto contra nosotros, también, en el caso de los aviones Boeing. En octubre, los pilotos del vuelo 610 de Lion Air en Indonesia parecen haber luchado contra la tecnología que supuestamente salvaba vidas. Los investigadores sospechan que los sensores interpretaron incorrectamente el ascenso del avión, lo que provocó que el sistema bajara la nariz del aparato, en última instancia, hacia el mar.
Existe una característica disponible en algunos autos que puede aumentar la vigilancia del conductor en lugar de disminuirla: la transmisión manual. Un automóvil con palanca y embrague requiere el uso de las cuatro extremidades, lo que dificulta, por ejemplo, el uso de un teléfono. Por lo tanto, las fallas en la atención son raras.
Aunque la investigación sobre la seguridad de las transmisiones manuales es escasa, un estudio sobre el rendimiento al volante de adolescentes con déficit de atención reveló que el uso de automóviles con transmisión manual resultó en una conducción más segura y atenta que con los automáticos.
La cura para nuestra falta de atención podría ser menos tecnología, no más.
–Glosado y editado–
© The New York Times