El Perú vive en una constante crisis política desde las elecciones del 2016. La democracia que tenemos hoy, a diferencia de hace unos años, es más fácil de debilitar. El poder ha recaído en actores políticos con perfiles autoritarios y la población aún no hace oír su rechazo lo suficiente.
Lo que estamos viendo en estos días es un atentado más a nuestro orden democrático. Parece ser que, para el Congreso, el principio de separación de poderes no es impedimento alguno cuando se trata de defender sus intereses. Mediante la apertura de un proceso sumario, el poder legislativo busca amedrentar y destituir a los integrantes de la JNJ. ¿La razón? El haber emitido un pronunciamiento en el marco del antejuicio y juicio político de la exfiscal Zoraida Ávalos y una supuesta filtración de información de la que no hay pruebas fehacientes. El pacto antidemocrático es tácito, pero sus alcances son más que claros; puede haber graves consecuencias en el desarrollo próximo de nuestro escenario político.
En un país donde hay un colapso del sistema de partidos, aquello que mueve a la clase política y que los hace formar coaliciones, incluso con sus más acérrimos opositores, es la necesidad de conservar y afianzar su poder. Esto sin importarles pasar por nuestra institucionalidad. Ha pasado antes, y podría volver a suceder, ahora con la eventual nueva JNJ y otras instituciones que aún permanecen en pie. ¿La sociedad lo permitirá?
La movilización social históricamente ha sido clave para poner un alto a este tipo de abusos de poder de nuestras autoridades. Hemos tenido en el Perú numerosas marchas que nos dan muestra de ello. Sin embargo, en la actualidad, las diferencias parecen primar por sobre las coincidencias.
Tenemos razones de sobra para alzar nuestra voz ante el debilitamiento de nuestro sistema democrático. Si hay motivos, ¿qué hace falta para salir a las calles? Estoy segura de que la voluntad no es el problema, soy testigo de la iniciativa que hay en diversos grupos estudiantiles para formar un bloque unificado que pueda hacer frente a los abusos y excesos. Hace falta mayor organización y desprendimiento para generar una incidencia real.
Mientras más nos tardemos en hacer notar nuestro rechazo en las calles, nuestra democracia irá cayendo lentamente hacia un abismo de difícil retorno.