Después de prometer que este no sería un discurso común y corriente, Dina Boluarte procedió a proclamar el mensaje a la nación más común y corriente de los últimos años –y, ciertamente, el más largo–, en un contexto sociopolítico en el que no podía darse el lujo del triunfalismo artificioso. Me queda la duda, empero, sobre si la presidenta y sus asesores acaso ya se olvidaron de que la jefa del Estado fue, hasta hace no muchos meses, vicepresidenta, ministra y portavoz del gobierno de Pedro Castillo. Y que, dentro del descalabro nacional que denuncia que heredó del régimen anterior, ella fue una de las principales cómplices.
Tengo la duda, también, sobre si Dina Boluarte y su equipo reflexionaron en algún momento sobre el propósito del mensaje. Antes de saturar a la ciudadanía con tanto detalle, el discurso debía proponer una hoja de ruta clara, definida y sensata para enfrentar los principales retos del país: seguridad ciudadana, estabilidad, crecimiento económico y prevención frente a la inminente crisis social que va a desatar El Niño costero. ¿Cuán creíble es realmente un repaso exhaustivo de los logros de un Ejecutivo que apenas lleva siete meses en funciones? Pues, claramente, la mayoría de los éxitos de los que se jactó la presidenta no pueden ser fruto de una gestión tan breve, especialmente en el Perú.
El mensaje presidencial ha dejado en evidencia no solo las fantasías que tiene la presidenta respecto de su capacidad para liderar políticas públicas, sino la peligrosa ceguera voluntaria que tiene frente a la realidad. Mientras Dina Boluarte se proyectaba hacia la celebración del bicentenario de la Batalla de Ayacucho en el 2024, la mayoría ciudadana reclama un adelanto de elecciones. Mientras profesaba el diálogo y la reconciliación, a pocas cuadras del Congreso corrían bombas lacrimógenas, además de pesar sobre su mandato serias acusaciones de abuso de la fuerza estatal. Y mientras exhortaba al país a la unión y la concertación, la única alianza que ha intentado transar su gobierno ha sido con el Congreso, una institución igualmente repudiada, para perpetuar el tráfico de proyectos de ley y puestos estatales.
El discurso de la presidenta Boluarte fue un claro ejemplo de que se puede hablar extensivamente sin decir mucho, y de que las consecuencias políticas, económicas y sociales de una gestión que dispara sin apuntar pueden ser inimaginablemente graves. Que el augurio de María Rostworowski con el que cerró el mensaje (que “después de la crisis saldrá un Perú nuevo e integrado”) efectivamente se cumpla depende enteramente de nosotros. ¡Felices Fiestas Patrias!