Nicole Cáceres

La es una problemática persistente en nuestra región. A pesar de los esfuerzos por cerrar las brechas de ingresos en las últimas dos décadas, el Banco Mundial advierte que la pandemia ha causado un retroceso en los avances logrados hasta la fecha. En el Perú, la ha sufrido un golpe severo, ya que experimentó una contracción del 11% en el 2020, la más pronunciada en los últimos 30 años.

Además, el país ha registrado una de las tasas más altas de mortalidad por per cápita a escala mundial. Estos factores han ampliado las brechas de ingresos y han elevado la tasa de pobreza al 30,1%, un nivel no visto desde el 2010. En este contexto, es fundamental identificar los sectores más vulnerables para implementar políticas públicas focalizadas y efectivas que reduzcan la desigualdad en los tiempos del COVID-19 y nos encaminen hacia una economía sostenible e inclusiva.

La Encuesta Nacional de Hogares revela que las personas cuya lengua materna es un idioma originario experimentan ingresos más bajos en comparación con aquellas cuya lengua materna es el castellano o un idioma extranjero. Asimismo, el nivel educativo guarda una relación directa con los ingresos, ya que aquellos con maestrías o doctorados ganan casi el triple que quienes solo completaron la educación secundaria.

Por lo tanto, en este contexto, una educación inclusiva y descentralizada emerge como un pilar para impulsar el desarrollo económico y avanzar a ser una sociedad más equitativa en términos de oportunidades de desarrollo. También, resulta crucial promover la creación de productos complejos y empleos que demanden formación especializada, así como instituciones inclusivas. Este constituye el primer paso para alcanzar un futuro en el que nos acostemos peruanos y nos levantemos hermanos. Sin embargo, el momento de actuar es ahora, porque, como expresó Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Nicole Cáceres es estudiante de Economía de la Universidad de Lima

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