Adriana Correa

Vulgaridad. Morbo. Banalidad. Estas palabras describen el estado de la , más cercana al concepto de “caja entorpecedora” que al de “caja mágica”.

Hoy, ni siquiera cambiar de canal libra al espectador de formar parte de aquella masa que consume horas y horas de contenidos producidos para apagar la mente: desde ‘reality shows’ que evidencian la falta de cultura general de la farándula peruana hasta programas seudohumorísticos que, mediante insultos y “chistes”, perpetúan estereotipos que dañan a las poblaciones andinas y selváticas.

Es esta obsesión por el ráting la que ha llevado a que la industria televisiva nacional encuentre comodidad en el estancamiento, en comprar las ideas exitosas de las cadenas globales y adaptarlas a nuestro país. No hay originalidad, ni identidad, solo interés monetario. Para el Perú, innovar parece no valer la pena si es que no hay certeza de lograr réditos inmediatos.

La televisión se ha limitado, entonces, a la innecesaria prolongación de contenidos que contribuyen a la creación de una sociedad adormecida, que sabe más del último chisme de la farándula que de la realidad política del país, que se burla de su propia cultura y margina a sus compatriotas porque ha interiorizado que está bien reírse de quienes hablan y lucen como la Paisana Jacinta o el Negro Mama.

La televisión peruana agoniza y, para salvarla, se necesitan comunicadores audiovisuales. El Perú requiere profesionales que conozcan bien el campo y que –sobre todo– tengan un interés real por comunicar; es decir, que busquen entablar una conexión auténtica con su público y tengan como objetivo transmitirle información que contribuya a su desarrollo integral. Solo así se podrá garantizar la calidad de los contenidos.

El Perú requiere de comunicadores porque nuestra educación universitaria concibe a la creatividad como uno de sus pilares y nuestros docentes siempre nos invitan a ver la novedad en lo cotidiano, a observar las cosas desde ángulos poco explorados. Por lo tanto, podemos brindar ideas para reestructurar la programación actual: plantear nuevos formatos que partan de las riquezas del Perú y su gente, que transmitan nuestra identidad nacional.

Somos profesionales con la formación ética necesaria para lograr que la representación audiovisual de un grupo o población se haga con respeto, desde una perspectiva humana, digna, alejada de los estereotipos.

Solo así contribuiremos a que aquella “caja entorpecedora” sea mágica otra vez.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Adriana Correa es estudiante de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Piura