En el último tiempo, la importancia de la salud mental ha adquirido un protagonismo indiscutible en el ámbito global. La pandemia del COVID-19 y sus efectos colaterales han puesto de manifiesto la fragilidad emocional de la sociedad. Sin embargo, en el caso peruano, la atención que el Estado brinda a esta cuestión parece quedarse corta, dejando a miles de ciudadanos desprotegidos. La salud mental es un componente fundamental del bienestar general de la población.
Sin embargo, a pesar de los avances en la percepción pública sobre la importancia de la salud mental, el Perú aún se encuentra rezagado en la provisión de servicios y políticas efectivas para abordar esta problemática. Según cifras del Ministerio de Salud, la inversión en salud mental en el Perú es notoriamente insuficiente. Apenas el 2% del presupuesto destinado a salud se asigna a la atención de problemas emocionales y psicológicos. Esto se traduce en una falta de recursos para la atención de quienes padecen trastornos mentales y para la promoción de la salud emocional en la población.
La falta de acceso a servicios de salud mental es un problema grave en el país. La mayoría de los peruanos carece de cobertura de salud mental y las listas de espera son largas, lo que dificulta el acceso oportuno a tratamientos y terapias. Esto conduce a un sufrimiento innecesario y, en algunos casos, a desenlaces trágicos.
Otro aspecto preocupante es la estigmatización que rodea a los problemas de salud mental en la sociedad peruana. La falta de información y sensibilización sobre estas cuestiones contribuye a que muchas personas no busquen ayuda a tiempo, por miedo al rechazo social o a la discriminación.
La falta de políticas efectivas de salud mental también afecta a grupos vulnerables, como los niños y adolescentes. La educación en salud mental es escasa en las escuelas y la detección temprana de problemas emocionales se limita en gran medida a situaciones de crisis.
Es urgente que el Estado Peruano reconsidere su enfoque de salud mental. Es necesario aumentar la inversión en este campo, mejorar el acceso a servicios de calidad y promover la educación y la conciencia entre la sociedad. La salud mental no debe ser un tema secundario; es un componente esencial del bienestar de la población y merece una atención prioritaria.
En un mundo donde el estrés, la ansiedad y la depresión son cada vez más comunes, es fundamental que el Estado tome medidas concretas para abordar la salud mental de la población. El bienestar emocional de los ciudadanos debe ser una prioridad y solo a través de una inversión adecuada y un compromiso real se podrá avanzar hacia una sociedad más sana y equitativa en todos los aspectos.
En una sociedad donde insultan por sacar a pasear a las mascotas, donde se efectúan feminicidios, donde se agreden animales, uno se pregunta hasta dónde se puede dejar pasar todo esto. Se requiere la atención del Estado, basta de la desidia que le da la espalda a todo. Se deben realizar campañas a nivel nacional y crear una política que abarque toda esta problemática con urgencia.