Anoche, manejando, me di cuenta de que la ventana tenía excremento de pájaro. Claramente, al molestar mi vista, manipulé el limpiaparabrisas para que lo limpiara. Sin problema, seguí manejando.
Anoche, regresando a mi casa, me comenzó a doler la cabeza. Era insoportable y tenía que terminar varias tareas. Así que me tomé una pastilla, me pasó el dolor y cumplí con mis pendientes.
Anoche tuve otro ataque de pánico, me di cuenta de que ya no podía más con el sentimiento de estrés y ansiedad. Me estaba consumiendo e imposibilitando de hacer mi vida de manera normal. No obstante, debo ser fuerte. Mi salud mental es irrelevante. Chequearme es un sinónimo de locura y debilidad. Con el problema en mí, continué sufriendo.
Cuando vemos que algo minúsculo nos incomoda –como el excremento de un pájaro o un dolor de cabeza–, automáticamente buscamos y ejecutamos una solución. Sin embargo, cuando somos conscientes de que uno de los pilares de nuestra salud (la parte mental) está imposibilitando que seamos nosotros mismos, nos da igual. Y hasta nos da vergüenza, pues hemos crecido pensando que es una “cosa de locos”.
Son dos los factores que nos inducen a pensar que nuestra salud mental “nos debe dar igual” y que es una “cosa de locos”.
El primero es la falta de herramientas que tenemos. Hoy en día existe el Centro de Salud Mental Comunitaria (CSMC). Puedes utilizar este servicio llamando al 113 opción 5. Asimismo, si te encuentras afiliado al Seguro Integral de Salud (SIS), podrás acceder a los centros comunitarios en donde se brinda asistencia especializada y gratuita. Si bien contamos con algunos medios con los que, como peruanos, podemos recibir ayuda, no basta para atender la alta demanda que existe.
En el mundo escrito tenemos normativas, como la Ley Nº 30947, ley de la Salud Mental, que promueven el tratamiento de la problemática. Una de sus finalidades es “(g)arantizar el acceso a servicios de salud y medicamentos para los usuarios que los necesiten, mediante políticas de aseguramiento y cobertura en el sector público y privado”. A pesar de estar escrito, es trabajo de las autoridades que se ponga en práctica.
El segundo es el tabú sobre la salud mental que, como sociedad, tenemos impregnado. “¿Para qué?”, “estás bien, solo es un mal día”, “así es la vida”, “no seas llorón”, “no seas exagerado”, son algunos comentarios que quienes comentaron que asistirían a terapia psicológica o mencionaron su deseo de asistir han escuchado. Es cierto que cada uno es libre de ir a donde sea. Es cierto que cada uno es libre de aceptar o no las críticas. Pero también es cierto que, con o sin intención, dichas oraciones terminan perjudicando a un futuro paciente. E, inclusive, agravando su problema, pues se aleja más de una solución.
Las estadísticas también fundamentan la presencia del tabú: “del total de 6,5 millones que sufre de algún problema de salud mental, aproximadamente 5,2 millones no recibe atención”; “en mayores de 18 años, seis de cada 10 (61,5%) sufre por algún tipo de malestar emocional”[1]. Quizás si internalizamos que no es algo malo tratar tu salud mental, los números serían distintos.
Consideramos que toda divulgación sobre el tema es una forma accesible en la que se puede reducir el presente estigma. Es por ello que mediante el presente artículo queremos dejar en claro que pedir ayuda, ir a terapia o llevar a cabo cualquier acción que pretenda proteger o mejorar la salud mental de uno no es una cosa de locos, es un acto de valentía.
[1] Ministerio de Salud del Perú (2021).