Nicolás Noblecilla

Según un estudio de Unicef del 2020, más de la mitad de los menores de 18 meses en el Perú presentaban riesgos en su salud mental, con un 56,2%, mientras que un tercio de los niños de entre 18 y 59 meses (32,2%) y un tercio de los niños mayores de cinco años (33%) también en esa situación. Además, se reveló que cuatro de cada diez niños, niñas y adolescentes presentaban este mismo tipo de riesgos, con un 38,2% en geestaban neral, un 31,6% en la selva y un 34,5% en la sierra.

Esto demuestra que la situación emocional de los niños peruanos es preocupante. En un país marcado por la pobreza y la desigualdad, los niños son especialmente vulnerables. Muchos viven en condiciones de extrema pobreza, lo que puede afectar negativamente su bienestar emocional. La falta de acceso a servicios básicos como educación, atención médica y alimentos adecuados puede causarles estrés y ansiedad.

La educación juega un papel crucial en la salud mental de los niños, pero en el Perú muchos carecen de acceso a una educación de calidad. Esto influye mucho en la generación de sentimientos de desesperanza y limitación en sus oportunidades futuras, lo que empeorará su salud mental.

Los datos evidencian desigualdades profundas que deberían preocuparnos como colectivo. La educación es clave, pero se necesita un compromiso real con la equidad y la inclusión. Es hora de transformar palabras en acción, abordando las causas de la pobreza y la violencia para crear entornos seguros. El COVID-19 agravó estas brechas, pero nos ofrece la oportunidad de reconstruir un sistema más justo y solidario.

Nicolás Noblecilla Estudiante de Derecho de la Universidad de Lima

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