Joaquín Pérez Guerra

Hace tiempo que el precario equilibrio político que sostenía al Perú se convirtió en un ejercicio de malabarismo extremo por no caer, totalmente, en el abismo. Así, se ha vuelto un tópico común hablar de una crisis política permanente a nivel del Ejecutivo, del Congreso y de los partidos políticos. Sin embargo, quizá convenga dar un paso atrás y reflexionar sobre esa dulce condena que implica vivir juntos en esta comunidad esquiva y confusa que llamamos sociedad. Esta es una invitación a ver la crisis política en la que nos encontramos también como una crisis, anterior e inherentemente, social. Es en esta apuesta que la sociología puede ser de increíble ayuda para profundizar en el tormentoso momento que atraviesa el país: antes de ensayar remedios, hay que comprender el malestar.

La amplitud temática y metodológica de esta disciplina nos permite analizar, de forma creativa y rigurosa, todas estas problemáticas de manera holística y multidimensional: las movilizaciones y enfrentamientos sociales que sacudieron al Perú a inicios de año no solo expresaban un profundo malestar sobre la clase política, sino también serias divergencias con relación a los valores e identidades que priman en el país; grandes frustraciones respecto a un desarrollo socioeconómico altamente diferenciado; y relaciones sociales desgastadas entre la ciudadanía misma. De igual manera, así como el desastre ambiental generado por el fenómeno de El Niño nos interpela sobre la incapacidad estatal para generar políticas de prevención, igualmente deberíamos cuestionarnos sobre el tipo de expansión territorial que se lleva a cabo en el país, la sostenibilidad en la entrega de servicios básicos y las relaciones e impactos que estamos proyectando sobre el medio ambiente.

Pensar en el trasfondo de la crisis desde la sociología, además de ayudarnos a prevenir que ‘lo político’ nos explote en la cara, con la improvisación y corruptela de siempre, puede servir para solucionar el interminable lastre de la falta de representatividad. Que nuestra política no sea producto, pues, de pugnas y berrinches de caudillos y mercenarios, sino que sea el resultado de la acción social colectiva, organizada y motivada por ideas y experiencias genuinas.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Joaquín Pérez es estudiante de Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

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