Sarita Bermejo Coronel


Me indignó la noticia de hace unas semanas sobre los adolescentes de secundaria que editaron, con los rostros de sus compañeras, cuerpos desnudos de contenido adulto y vendieron las imágenes.

Es más grave aún que la institución dejara que los convivan con sus víctimas después de la denuncia. Porque sí, esos jóvenes de 15 años ya son agresores. Se supone que el colegio es el segundo hogar en el que deberían estar seguros los adolescentes.

Sin embargo, las autoridades escolares hicieron caso omiso al daño que las alumnas habían sufrido. Las madres de familia comentaron que la institución decía que era un caso externo y no tenía nada que ver. ¿Perdón? El contenido fue encontrado en una de las computadoras del colegio. Tenían pruebas y, a pesar de eso, los dejaron junto a las agraviadas.

Causa mucha pena que solo cuando hay reacción de parte de la opinión pública recién exista una sanción mínima. No se trata de un caso simple: es un caso de cometido por adolescentes. Este es un nuevo tipo de pornografía llamada ‘deepfake’ que se ha vuelto más recurrente por el uso de la .

Los adolescentes ya tienen conciencia de lo que hacen y por algo lo planifican. Ellos vendieron ese contenido, lo propagaron, sin ningún rastro de empatía en sus actos. Sin embargo, es probable que solo los lleven a un centro de rehabilitación por su condición de menores de edad. ¿Dónde queda la justicia?

Este no es un caso aislado y es probable que cosas similares estén pasando en otros colegios del país. A mi parecer, los medios son los encargados de explicar claramente la gravedad de la situación. Además, debemos mantener las noticias de este tipo presentes, no dejar que con el paso del tiempo se olvide a los agresores. Se debe seguir concientizando. Es nuestro deber ayudar informando con la verdad a fin de evitar que haya más víctimas.

Sarita Bermejo Coronel es estudiante de Comunicación y Periodismo en la Universidad Privada del Norte