Hay pocas cosas tan importantes para la democracia como el periodismo. La prensa es el cuarto poder, la encargada de advertir a las personas de cosas que no pueden ver a su alrededor. Los periodistas retratan realidades y hacen eco de voces mudas, de gritos ahogados. Sin periodistas no hay noticias, sin libertad de prensa no existe la democracia. Lamentablemente, la mayoría de los peruanos ya no confían en los medios.
El nivel de credibilidad de estos, y la prensa en general, continúa cayendo. Según el Digital News Report 2023, apenas el 33% de los peruanos confía en los medios y tan solo el 13% paga por noticias online. Esto, sumado al crecimiento que han tenido las redes sociales, ha derivado en factores como que TikTok –según el mismo informe– se ha convertido en la única plataforma virtual para ver noticias que continúa creciendo entre los peruanos. Lo cual es preocupante porque, según NewsGuard, cerca del 20% de la información que se muestra en esta red social es errónea.
Los problemas de credibilidad de la prensa no son recientes. En un mundo que se rige por la inmediatez, la búsqueda de dar la primicia ha opacado a la comprobación de fuentes y eso sentenció a los periodistas. Como dijo García Márquez, “la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”.
El periodista tiene –o debería tener– un pacto infranqueable con la verdad. Es cierto que jamás podríamos alcanzar la objetividad como tal; sin embargo, esto no significa que debamos dejar de apuntar hacia ella. Además, es necesario reconocer que muchos periodistas no hacen bien su labor. Hay un gran número que tiene claros sus principios y no se involucra en asuntos sospechosos. Pero basta con algo tan simple como alquilar un departamento, para manchar los esfuerzos de los demás.
La desconfianza popular tiene bases cimentadas en un pasado oscuro, donde vieron cómo el cuarto poder no solo se quedó callado, sino que contribuyó a las cortinas de humo de Alberto Fujimori; y en un presente con matices, en donde el machismo y la homofobia se pasan en televisión tanto como lo hacen los comerciales de mantequillas en inglés.
Es complejo para un comunicador saber a qué se enfrentará con esta clase de conflictos al momento de ejercer su profesión. Sin embargo, entender las falencias del presente para no cometer los mismos errores en el futuro es la labor de los nuevos egresados de la carrera. No será fácil, mucho menos será rápido, pero es necesario. Dejemos de ver a la objetividad como un idealismo y comprendamos que, por más inalcanzable que sea, siempre será el objetivo.