De las tareas que se ha propuesto cumplir durante su gestión el nuevo presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, uno pensaría que la de garantizar unas elecciones limpias y democráticas el próximo año tendría que ser la menos ardua. Las de combatir eficazmente la pandemia del COVID-19 e impulsar la recuperación de nuestra economía, después de todo, son titánicas y, por bien que eventualmente le vaya en ellas, de seguro no podrán considerarse culminadas cuando él deje el cargo.
PARA SUSCRIPTORES: ¿Cuántos congresistas que fijarán las reglas electorales están afiliados a un partido?
Desde espacios que no están bajo su control, sin embargo, comienzan a soplar vientos que amenazan con enrarecer el proceso electoral en marcha y, en esa medida, con complicar el empeño que menos espinoso lucía.
Por un lado, existen pedidos del Ministerio Público para que se disuelvan o sean suspendidos, en lo que a su actividad política se refiere, ciertos partidos que, de acuerdo con las disposiciones vigentes, estarían facultados a participar en los comicios de abril del 2021. Y por otro, en la Comisión de Constitución del Congreso se están jalando las mechas a propósito de una iniciativa cuya aprobación cambiaría las reglas de una carrera que ya arrancó.
Aunque no inexistentes, las probabilidades de que lo primero prospere son bajas, pues con ello el argumento de la persecución política estaría servido y no ha de haber muchos jueces que quieran pasar a la historia con esa mención honrosa en su foja de servicios. Lo segundo, en cambio, está en plena ebullición y, habida cuenta de la vocación por el estropicio que caracteriza a quienes tienen el asunto entre manos, se augura un resultado ‘gremlin’.
-Ni natura ni Salamanca-
La iniciativa que generó el pleito en la Comisión de Constitución tiene que ver con los requisitos que se les planteará a los aspirantes a postular al Congreso o a la presidencia de la República en los procesos internos de cada partido. Como se sabe, salir victorioso en tales procesos es la única manera de poder candidatear luego al cargo apetecido.
Pues bien, la última versión del predictamen sobre el particular que se les propuso a los miembros de la referida comisión señalaba que, al momento de inscribir sus postulaciones internas, los candidatos debían acreditar no menos de seis meses de afiliación –esto es, de militancia– en la organización política a la que deseaban representar. Una idea que puede parecer a unos acertada y a otros, desafortunada, pero que en este caso afectaría, como decíamos antes, las reglas de una contienda ya iniciada… porque las elecciones fueron convocadas hace más de dos semanas.
Por una cuestión de calendarios que sería largo detallar aquí, la iniciativa, concretamente, dejaría sin poder participar en esa especie de competencia hípica que son las elecciones presidenciales a los tres favoritos en las encuestas: George Forsyth, Salvador del Solar y Daniel Urresti. Y es de imaginar lo que eso significaría para la imagen de los comicios cuya limpieza quiere garantizar Cateriano.
El predictamen al que aludimos fue rechazado por la mayoría de bancadas presentes en la comisión de marras. Pero el 4 de agosto, el titular de ese grupo de trabajo parlamentario, Omar Chehade, presentará otro, que seguramente tratará de “consensuar” –verbo de resonancias zeballescas– antes de la sesión y, por lo tanto, con más probabilidades de ser aprobado. Porque a los ‘gremlins’ allí presentes lo que parece preocuparlos es solo a qué candidatos dejaría la iniciativa fuera de carrera y no el hecho de que pretendería regular un proceso en marcha. Es decir, con prescindencia de los detalles que pudieran ser modificados en la nueva versión, siempre quedaríamos con la sensación de que estamos ante una carrera arreglada.
Cuestión aparte, por supuesto, constituirá el asunto de si los favoritos en los sondeos finalmente se deciden a postular. Forsyth y Urresti, a decir verdad, presentan todos los síntomas de estar picados por el ansia que lleva a los mortales a intentar aquello para lo que ni natura ni Salamanca le serán de asistencia. Pero a Del Solar le tenemos fe.
Le tenemos fe, aclaremos, en el sentido de que confiamos en que optará por no candidatear. Porque, inteligente como es, tiene que saber que con aquello de “todas y todos” y las amonestaciones a los que se ríen de los chistes de “la paisana Jacinta” no alcanza para un plan de gobierno. Y también porque, si se lanza, tendrá que contarnos si estuvo o no de acuerdo con el cierre del Congreso bajo el argumento de la “denegación fáctica de la confianza” o si las observaciones de orden “técnico-normativo” (Zeballos dixit) que alguien le planteó en el Gabinete a Vizcarra cuando anunció el zarpazo fueron suyas.
-Dark horse-
Sean estos o sean otros los potros o potrancas que deseen participar en la carrera, sin embargo, lo importante es que se los deje correr a todos. Tratar de descalificar a este o a aquella antes de que entren al partidor sería una tropelía gruesa y el reto de Cateriano es persuadir a la incivil representación nacional de que no lo haga.
La tarea, como decíamos, es complicada, pero podría quizás cumplirla haciéndoles notar a los que quieren arreglar la carrera lo vano de su esfuerzo. La historia nos ha enseñado, después de todo, que en nuestras competencias electorales, las posibilidades de que los favoritos sean desplazados en el último tramo por un “caballo oscuro” –uno al que nadie le apostó– son bastante altas.
El verdadero problema con las carreras de caballos, además, es que al final siempre gana un caballo.