Mario Ghibellini

Las zurras con supuestos propósitos edificantes pasaron de moda hace tiempo, pero las bancadas conservadoras del parecen dispuestas a reivindicarlas. Con el mismo espíritu ultramontano con el que salvaron el miércoles de esta semana al exministro de ser suspendido en sus funciones parlamentarias, votaron un día después a favor de determinadas interpelaciones que amenazan con derivar en la censura de más de un miembro del actual gabinete y constituir así un escarmiento a su antigua engreída, la señora . Sánchez, como se sabe, requería ser apartado de sus fueros para que la fiscalía pudiera investigarlo sin cortapisas por su eventual participación en el golpe de Pedro Castillo; pero, según interpretaciones varias, un cierto resquemor suscitado en esas bancadas por la poco tradicional identidad de género de quien debía reemplazarlo evitó que eso sucediera. En lo que concierne al regreso de la azotaina, en cambio, lo que habría pesado fue, más bien, una voluntad de ese mismo sector de decirle a la jefa del Estado que, si no se alinea con ellos, podría estar pronto cantando de nuevo mulizas melancólicas.

–'Camote’ en remojo–

En la sesión plenaria del jueves se aprobaron tres mociones de interpelación al ministro de Defensa, Jorge Chávez; y otras tres, al ministro de Educación, Óscar Becerra. Los votos a favor de esas iniciativas de las bancadas de izquierda (Perú Libre, Bloque Magisterial, Juntos por el Perú, etc.) no sorprendieron a nadie. Pero la adhesión a ellas de parte de los integrantes de grupos parlamentarios de signos ideológicos distintos –sin la que ninguna de las interpelaciones habría pasado el examen– sí que llamaron la atención. Sobre todo, en el caso de las que proponen ajustarle las clavijas a Chávez, pues una de ellas fue presentada por Renovación Popular y la otra, por Fuerza Popular. Y en más de una circunstancia, se verificó el apoyo del esforzado parvulario que acoge en sus predios Avanza País.

¿Quiere eso decir que tales bancadas, que hasta ayer nomás le profesaban ‘camote’ al Ejecutivo, han decidido darle definitivamente la espalda? No lo creemos. Se diría, en realidad, que simplemente han puesto el emotivo tubérculo en remojo. Para comprobarlo, basta revisar la votación con la que, hace apenas dos semanas, la sola admisión a debate de una moción de interpelación al presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, fue rechazada en el pleno (59 votos en contra, 31 a favor y siete abstenciones). Otárola, de alguna manera, representa la ‘línea dura’ en el Gobierno.

Lo que los conglomerados parlamentarios de aquello que, con pudor, se autodefine como la “centro-derecha” le han comunicado a la mandataria es, entonces, que su respaldo dependerá de que sintonice con ellos en sus planes para el futuro mediato e inmediato. Esto es, en su afán de quedarse hasta el 2026 en sus curules y en su determinación de no dejar solas a la policía y a las Fuerzas Armadas en el restablecimiento del orden en el país. Un detalle, dicho sea de paso, que hace pensar que la moción de censura al ministro del Interior, Vicente Romero, que acaban de presentar las bancadas zurdas, podría terminar ganando también la aquiescencia de quienes se sientan frente a ellas en el hemiciclo.

Como se recuerda, el asunto que arrastrará en los próximos días al titular de Educación hasta la Plaza Bolívar ha sido una torpeza política descomunal (haber aludido a las madres aimaras que, con sus hijos a cuestas, participaron de algunas protestas con la delicada afirmación: “ni siquiera los animales exponen a sus hijos”) y, en esa medida, es previsible que le llueva palo de todos lados. Pero lo que compromete al ministro de Defensa a hacer el mismo viaje es a la larga más serio, pues tiene la característica que antes destacábamos: a Chávez, en efecto, se lo cuestiona por la muerte de seis soldados que el 4 de marzo intentaron cruzar el río Ilave junto con el resto de su patrulla para evitar el enfrentamiento con manifestantes hostiles en Puno. La falta de claridad sobre las órdenes impartidas en el momento y una cierta indolencia expresada por el Gobierno al respecto (en su empeño de apartar de sí todo lo que pueda vincularlo a la ingrata pero indispensable tarea de acabar con las asonadas) es lo que ha indignado a los señalados grupos parlamentarios.

Y por eso, con la transparencia que lo caracteriza, el congresista Jorge Montoya, comandante absoluto de la bancada de Renovación Popular, ha proclamado: “Se viene la interpelación al ministro de Defensa y, con seguridad, [la] próxima censura”. Una aseveración que muy probablemente ha sucedido a un conteo mental de votos.

El destino de Becerra y Romero, en cambio, no parece tan definido. Pero si los disciplinantes que nos ocupan llegasen a la conclusión de que su remoción contribuiría a la educación presidencial, no sería de extrañar que corriesen la misma suerte.


–Soledad y desamparo–

Daría la impresión, en consecuencia, de que la señora Boluarte no tiene cómo librarse en el futuro cercano de algunas palmadas políticas de vocación pedagógica. Pero lo interesante, en verdad, será saber cómo se comporta a continuación. Porque desde hace días está que se aclara la garganta, y eso puede servir tanto para gritar consignas marciales como para entonar mulizas de soledad y desamparo.

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Mario Ghibellini es periodista