Cuando uno pasa revista a la astrosa hueste que se sienta hoy en el Congreso, llega rápidamente a la conclusión de que aquello no puede ser producto del azar. En la conformación de semejante galería de pícaros tiene que haber intervenido un ‘head hunter’. Nadie pretende ningunear la puntería ebria de los peruanos a la hora de elegir a sus autoridades. Las estampas de la señora Boluarte envuelta en sus flamantes joyas de antaño y de ‘Porky’ diciéndonos de pronto a los limeños “eso es todo, amigos” dan fe de ese talento local. Pero la posibilidad de que en el apretado universo de los 130 miembros de la representación nacional abunden de tal manera la piratería y el ventajismo sin que alguien se lo haya propuesto expresamente luce, por decir lo menos, inverosímil. A la nómina creciente de los “niños”, los “mochasueldos” y los exploradores de tierras lejanas por cuenta del erario nacional se suman los cultores de dos variantes de la bribonada parlamentaria que han hecho noticia recientemente: los que aprovechan los viajecitos que el Congreso les financia con ocasión de la semana de representación para empezar sus campañas para el 2026 y los que presentan proyectos de ley que obedecen más a la habilidad manual del corte y confección que al arduo esfuerzo intelectual. Destaca entre los primeros la legisladora Flor Pablo, que ha postulado la idea señera de que, si las actividades proselitistas que realiza durante la temporadita que le solventamos los contribuyentes son nocturnas, el subsidio en cuestión no las alcanza. Y, entre los segundos, el otrora ufólogo Paul Gutiérrez, que parece haber entendido que la Inteligencia Artificial es una manera de agenciarse algunos de esos atributos que Salamanca no presta (digamos, el rigor académico, la facilidad de palabra o la memoria) y ha entrado a saco en las respuestas que esta provee sobre determinadas materias para intentar pegarla de Licurgo criollo.
–El algoritmo y la salsa–
A partir del descubrimiento de que una iniciativa suya sobre el plazo para la obtención del bachillerato universitario automático no era otra cosa que un ‘copy and paste’ de textos extraídos de la referida fuente, se destapó esta semana una tormenta que promete someter a Gutiérrez a la afrenta pública. En ese primer plagio detectado, los rastros del delito eran clamorosos, pero luego, el examen detenido de las obras completas del congresista ha revelado una pertinaz vocación suya por la ‘copiandanga’. Este Diario, efectivamente, ha encontrado indicios de que el congresista apurimeño le ha gorreado a la Inteligencia Artificial varios de los párrafos de sus proyectos sobre la creación de la Universidad Nacional de Jauja, el otorgamiento de un crédito suplementario para el pago de la CTS a docentes y los cambios en la Ley del Servicio Civil. Y no sería sorprendente que la lista continuara.
En homenaje a los clásicos, Gutiérrez ha responsabilizado del desaguisado original a su asesor principal (que olvidó borrar las huellas del secuestro textual). Pero nos tememos que el festival de casos aparecidos posteriormente lo va a obligar a retocar la coartada. No darían la impresión de ser ciertas las versiones que afirman que, tiempo atrás, cuando alguien trató de explicarle qué era un algoritmo, él asumió que tenía que ser una cierta facilidad para bailar salsa y no prestó atención. Pero andar creyendo, como él parece haber hecho, que la Inteligencia Artificial es uno de esos inventos locos de la ciencia para compensar eventuales retaceos de la naturaleza le va a pasar factura. Y, sobre todo, le va a asegurar un sitial de honor en la galería de la que hablábamos al principio.