Estrecheces del Frente Amplio, por Mario Ghibellini
Estrecheces del Frente Amplio, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

Pasada ya una semana de las elecciones, alguien tendría que explicarle a la señora Verónika Mendoza que no ha ganado. Desde el domingo pasado, la líder del Frente Amplio y su entorno más entusiasta se la han pasado coreando “¡Sí se pudo!” cada vez que hay una cámara cerca, pero si ni ella pasó a la segunda vuelta ni Marco Arana llegó al Congreso, la verdad es que no queda muy claro qué fue lo que pudieron.

En cualquier proceso electoral, efectivamente, los competidores se presentan con el propósito de ganar; y en una primera vuelta, como la recién celebrada, solo clasifican para disputar tal honor las dos primeras mayorías. Todo lo demás son matices de la derrota.

Con un dominio de las cifras consistente con el que subyace a sus propuestas económicas, la señora Mendoza ha llegado a decir –con los resultados a la vista- que ellos son “la segunda fuerza política en el territorio”. Pero, como se sabe, 19 nunca será más que 21 y, en consecuencia, ella tiene que hacerse a la idea de ostentar sobre el pecho un modesto bronce, sin preguntarse demasiado, eso sí, de qué minas salieron el cobre y el estaño con que fue elaborado, para no agravar la contrariedad que la noticia pudiera producirle.

Y a quienes argumentan que, para ponderar adecuadamente la actual performance electoral de la izquierda, hay que considerar la escasa intención de voto que las encuestas le concedían hace solo dos meses, habría que hacerles notar que aquello puede ser entendido como una medida de lo mal que estaban entonces, antes que como un signo de lo bien que supuestamente estarían ahora. En las primeras vueltas del 2006 y el 2011, el humalismo –la clara opción izquierdista en esos comicios, no por gusto tachada de ‘traidora’ por la señora Mendoza-  obtuvo más del 30% de los votos. Y 30 es nuevamente más que 19, así que siempre habría que volver a colocar la champaña en el refrigerador.   

Campaña de fumigación

Cabe recordar, por otra parte, que en una elección no solamente ganan o pierden determinados partidos y sus postulantes. Ocurre lo mismo con los planteamientos que ellos enarbolaron durante la campaña. Y mientras más relevante haya sido la presencia de esos planteamientos en su discurso, más contundente será asimismo la victoria o la derrota que las ánforas les deparen al respecto.

Vale la pena, en ese sentido, analizar lo que ha sucedido con el cuestionamiento que el Frente Amplio y su candidata hicieron del modelo económico vigente hace casi dos décadas en el país. De manera semejante a Gregorio Santos y Alfredo Barnechea, ellos sostuvieron que el 10 de abril se celebraría una confrontación entre quienes objetan ese modelo (de relativa prudencia fiscal y repliegue de la intervención estatal en la actividad económica) y todos los demás aspirantes presidenciales, que alentaban más bien su continuidad.

Pues bien, con esa advertencia en mente, los peruanos fuimos a las urnas y el mentado cuestionamiento resultó fumigado, pues un 70% votó por las opciones que ellos consideraban ‘continuistas’.

La verdad, sin embargo, es que, aunque su comprensión de lo ocurrido el domingo pasado sea un tanto estrecha, ellos parecen estar contentos. Y en el fondo, eso es lo que importa.

(Publicado en la revista Somos el sábado 16 de abril del 2016)