La semana que está por empezar viene cargada de sorpresas. Por un lado, la señora Boluarte pronunciará su primer mensaje presidencial por 28 de julio y, con sus morosos “balances de gestión” en mente, corren apuestas sobre cuáles serán los temas que omitirá esta vez. Y, por otro, el Legislativo deberá elegir a una nueva Mesa Directiva en un contexto de gran incertidumbre. Daría la impresión de que hay más aspirantes a presidirla que congresistas en el hemiciclo y los voceros de las distintas bancadas que negocian entre sí la conformación de listas deben sentir que intercambian aire, pues no tienen real control sobre lo que los miembros de sus grupos parlamentarios harán a la hora de los loros. Que la situación permanezca sin definirse hasta minutos antes del cierre de las inscripciones es una tradición cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, pero que a estas alturas del partido no se sepa siquiera si el día de la votación Fuerza Popular y Perú Libre van a estar a partir de un confite o mostrándose los colmillos es inédito. Por eso, nos permitimos aquí hacer algunas sugerencias para aligerar la pesada responsabilidad que los mencionados negociadores tienen sobre sus hombros.
–72 imputables–
La idea, se supone, es poner en la presidencia del Congreso a un padre de la patria que de alguna manera los represente a todos o, por lo menos, a la gran mayoría. Es decir, que exhiba atributos reconocibles en muchos de sus colegas, sin importar las bancadas a las que pertenezcan. La ubicación en el espectro político, ya sabemos, no es un criterio que ayude a la identificación de tales atributos, porque, si lo fuera, no estaríamos asistiendo a estos intentos de juntar el agua con el aceite que desde hace semanas protagonizan los portavoces de la derecha y la izquierda en el Palacio Legislativo. Hace falta detectar, pues, un común denominador que ignore las menudas diferencias que existen en ese lugar entre revolucionarios y conservadores, y haga sentir, más bien, a unos y otros, parte de una, digamos, gran familia. Y es aquí donde resulta útil recordar cierta categoría propuesta por el amigo Carlos Basombrío en estas mismas páginas.
Un par de meses atrás, efectivamente, el exministro del Interior acuñó la expresión “72 imputables” para aludir a un igual número de parlamentarios que a esa fecha tenían lo que él definió como “buenas razones para saber que tendrán deudas que pagar con la justicia” (una cifra, dicho sea de paso, que desde entonces no ha hecho otra cosa que incrementarse). Lo que preocupaba a Basombrío era la confluencia más o menos espontánea de intereses que podría determinar que esa “mayoría holgada” alineara sus votos detrás de causas inicuas que afectasen sobre todo al sistema de justicia en el país. Pero la verdad es que, con la misma lógica, todos esos agobiados legisladores podrían ponerse de acuerdo ahora para colocar a uno de los suyos en la presidencia del Parlamento. El problema, sin embargo, es que, previsiblemente, se desataría dentro de esa nueva congregación de votantes la misma fiebre de apetencias individuales que existe hoy dentro de los bloques conocidos.
¿Cómo dirimir entonces preeminencias entre los llamados “imputables”? Muy simple: hay que buscar al congresista que más muescas exhiba en el cinto a propósito de la materia en cuestión. Esto es, al que haya jugado en todas las canchas y se haya gastado el más ostentoso de los morros para justificarse: nada como un método científico para establecer merecimientos como el que estamos evaluando. Y, con cargo a que un conteo minucioso de causas y acusaciones lo confirme, en esta pequeña columna creemos tener identificado al hombre indicado para asumir el reto. Nos referimos, por supuesto, al representante de Acción Popular Jorge Flores Ancachi, motor y motivo de escándalos e investigaciones varias en lo que va de este periodo parlamentario. El congresista por Puno tiene, para empezar, una investigación por presuntos cobros ilegales y apropiación de bienes en su región, y luego, otra investigación por presunto tráfico de influencias en el caso “Los Niños”, así como una denuncia de la Procuraduría General del Estado por “mochasueldo”. De yapa, partió hace poco a la China, en un viaje financiado por una empresa privada. ¿Se imaginan cuántos de sus colegas pueden identificarse hoy con una u otra de sus peripecias?
Al ser requerido además sobre las razones por las que se lo escucha en un audio demandándoles a sus trabajadores que lo “apoyen” con el 10% de sus sueldos y el 50% de sus bonos, Flores Ancachi dijo que lo hizo porque atravesaba “un momento inestable emocionalmente”. Y a la pregunta sobre los nombres de los hoteles donde se hospedó durante su estadía en el Lejano Oriente, respondió que no los recordaba porque eran “nombres en chino”. Un artista.
–Lampa incluida–
Basta de cubileteos y jalones de alfombra, entonces, señores congresistas. Si lo que el Legislativo requiere en estos momentos es un titular que represente el espíritu de la mayoría de sus integrantes, el nombre del candidato ideal está que se cae de maduro. Y viene, por añadidura, con una bonita lampa incluida: una herramienta que siempre ayuda en los trances en los que hay algo que sepultar.