Mario Ghibellini

Los sueños compartidos son, por lo general, alimento del alma. Dos personas que se proponen una meta ambiciosa y van tras ella, no solo ganan una experiencia enriquecedora en el proceso, sino que sirven de inspiración a derrotistas y remolones dispuestos a abandonar sus proyectos de vida al primer inconveniente. Steve Wozniak y Steve Jobs y lo que consiguieron con la modesta firma Apple Computer fundada en su juventud, o Jefferson Farfán y Paolo Guerrero y sus anhelos infantiles de llegar a representar juntos al Perú en un Mundial son buenos ejemplos de lo que la perseverancia y la determinación pueden conquistar.

Cuando el sueño compartido tiene ribetes de pesadilla, sin embargo, la cosa cambia. Bonnie & Clyde y el dúo Pimpinela deberían bastar para ilustrar la idea. Pero se trata de casos antiguos y ajenos a nuestra realidad cotidiana, por lo que quizás valga la pena traer aquí a colación un tándem local y de conformación reciente que, con unanimidad patriótica, nos ponga a todos los pelos de punta.

–Tú, yo y la luna–

y tienen mucho en común. Los dos fueron presidentes del Consejo de Ministros durante el gobierno de , los dos merodearon la escena en que este pronunció su mensaje golpista y los dos, también, tienen visiones apocalípticas sobre el futuro político del país.

La semana pasada, en coincidencia con en el contexto de la investigación por los presuntos delitos de rebelión y conspiración en la que se lo ha incluido, Torres anunció que está pensando postular a la presidencia. “Es posible que vayamos a una candidatura”, manifestó con un movimiento de mandíbula mordelón. Aunque de inmediato añadió: “Pero eso no se decide rápidamente, hay que pensarlo muy bien”. Y, claro, tampoco es que uno se lo imagine cometiendo locuras...

De cualquier forma, ha precisado que la razón principal para considerar su participación en la mentada competencia es que la población lo pide. Según ha dicho él, “lo pide el sur, el centro, un sector del oriente del Perú [y] algunos sectores del norte”, con lo que, en buena cuenta, tendría las elecciones ya ganadas. Energía, por otro lado, no le falta. Todos recordamos sus insultos de poseído a periodistas y purpurados, su exaltación de la obra de Hitler y, sobre todo, la furia con la que se lanzó sobre el siquiatra Max Hernández. Y si bien hay quienes pretenden atribuirles a esos arrebatos una naturaleza anecdótica por el hecho de que se produjeron mientras la luna llena brillaba alta en la noche, sus partidarios no deberían caer en el desaliento: la luna llena siempre regresa.

Pocos días después, tras haber sido suspendida en sus funciones parlamentarias y acusada constitucionalmente por su presunta participación en los mismos delitos que Torres, la ex premier Betssy Chávez notificó a la población que este en esta, digamos, candidatura de atar. “Yo voy a apoyar al doctor Aníbal Torres, sin duda, en una próxima gesta electoral”, proclamó efectivamente durante una entrevista televisiva, confirmando la perfecta sintonía que existe entre ellos. Es menester aclarar que Chávez tiene sus propios méritos en lo que a descargas rabiosas se refiere (ahí están la “prensa sicaria” y “Blanca Nélida Colán 2.0″ para dar fe de ello), pero es indiscutible también que sabe que el rol que le toca en este alucinado proyecto es secundario. “Él irá a la cabeza”, ha musitado en alusión a su veterano maestro y guía. Y, en su sumisión de ordenanza, no parece haberse percatado de que el problema de fondo en todo esto es precisamente la cabeza... O es que, a lo mejor, la melancólica Selene ha ejercido ya su poderoso influjo también sobre ella.

Ahora, preocupante como es, la eventual candidatura de Torres enfrenta algunas dificultades. La primera, desde luego, su posibilidad de captar alguna adhesión adicional a la de la señora Chávez. Pero hay otra, derivada de lo incierto de la fecha en la que las próximas elecciones habrán de celebrarse, que no debemos perder de vista: si, como los últimos acontecimientos sugieren, eso solo sucederá en el 2026, a don Aníbal le tocaría hacer campaña con 82 años a cuestas, y eso supondría serias desventajas. Para tratar de convertir el inconveniente en virtud, podría quizás hacer plancha con don Isaac Humala y De Soto, y soltar la idea de que la tarea de gobierno se acomete mejor desde la serena lucidez que presta la cuarta edad. Pero con ese trío, la idea en cuestión encontraría de seguro algunas objeciones.


–Tesis tentadora–

Volviendo a la especial conexión entre Torres y Chávez, se ha escuchado por estos días la teoría de que lo que se ha producido entre ellos es un caso de “folie à deux”: un curioso síndrome en el que un delirio es compartido entre dos personas muy cercanas y socialmente aisladas (una dominante y la otra dependiente). La tesis es tentadora, pero resulta que, para que el síndrome se sostenga, hace falta que los afectados por él estén en contacto y, como sabemos, eso no se aplica a los personajes que nos ocupan, pues a ellos se les han impuesto restricciones procesales para comunicarse.

A la menor seña de que tales restricciones están siendo violadas, sin embargo, habrá que actuar de inmediato, porque la salud de la patria y otras más que no hace falta nombrar están en juego.

Mario Ghibellini es periodista