(Ilustración: Mónica González)
(Ilustración: Mónica González)
Mario Ghibellini

Keiko lo ha confirmado públicamente en estos días, pero la verdad es que no hacía falta: el distanciamiento entre ella y Kenji es real, y no una sofisticada –y por eso mismo, inverosímil– operación política para liberar a su padre, como sugerían las teorías de conspiración más afiebradas. La primogénita y el benjamín de los Fujimori están obviamente enfrascados en una gresca que hace rato dejó atrás los remilgos que suelen imponer los vínculos familiares. Tanto es así, que cabe preguntarse si existe acaso todavía algún empeño que puedan compartir. Y, después de mucho meditar, en esta pequeña columna hemos llegado a la conclusión de que sí. 

ONCE DEL PATÍBULO 

El razonamiento es el siguiente. Los hermanos que nos ocupan libran una guerra sin cuartel, es cierto. Pero también, sin norte, pues a ninguno de ellos el camino emprendido parece acercarlo a Palacio. En lo que concierne a Keiko, si en dos oportunidades no pudo ganar la segunda vuelta contando con todo el voto fujimorista, ¿qué resultado cree que le augura el cercenamiento de una parte importante del mismo antes de su tercer intento? 

Y en lo que se refiere a Kenji, es evidente, por un lado, que la cercanía con el radioactivo PPK habrá de afectarlo tarde o temprano; y por otro, que el proyecto de labrar una alternativa política con ‘los 11 del patíbulo’ no puede antojársele serio ni a él. El no ir a ningún lado con su pleito ciego es entonces una primera cosa que comparten. Pero, en nuestra opinión, hay algo más que paradójicamente los une. Y esto es un afán de cobrar venganza por el solo hecho de cobrar venganza. 

La palabra puede sonar excesiva, pero si nos fijamos bien, está por todos lados en la retórica política de los últimos tiempos. ‘Venganza’ dice Mercedes Aráoz que persiguen quienes quieren vacar al presidente y ‘venganza’ es lo que, según algunos voceros de Fuerza Popular, buscaba el Ministerio Público al allanar sus locales. Y hasta el nombre elegido por Kenji para identificar a sus sectarios
–Avengers– remite a esa idea. 

Es sin embargo junto a Keiko que el menor de los Fujimori compone el auténtico equipo de ‘los vengadores’. ¿De quién y de qué quiere vengarse cada uno de ellos? Pues ustedes escojan, porque los candidatos y las materias abundan. De la derrota electoral del 2016 y de la nueva derrota que supuso fracasar en el intento de la primera vacancia, por ejemplo, en el caso de ella. Y de la humillación de haber tenido que retractarse públicamente de sus aspiraciones de ser el postulante fujimorista en el 2021 o del escarnio frente a cámaras sobre una supuesta novia que ya le tocaba presentar, en el caso de él. Vengarse, en última instancia, el uno del otro, en inadvertido homenaje a la tragedia clásica, que nos enseñó hace tiempo que no hay mayor acicate para la vieja ceremonia siciliana que los incordios familiares. 

El ingeniero Fujimori, como se sabe, fue alguna vez profesor de matemáticas. Y hay una triste ironía en comprobar de pronto que la gran contienda política nacional se ha reducido en estos días a dos de sus hijos tratando de ajustar cuentas.