Luces de Kenji, por Mario Ghibellini
Luces de Kenji, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

A los Fujimori se los puede criticar por muchas cosas, pero no por falta de organización. Los dos miembros de la familia que militan en Fuerza Popular, por ejemplo, tienen sus roles claramente definidos: Keiko es la política y Kenji, el teórico.

Lo primero, por supuesto, no precisa demostración. Y lo segundo, aunque menos evidente, puede probarse también con facilidad.

RECETA CON JETA

Ahí están, para empezar, las elucubraciones sobre la ‘democracia delegativa’ que el joven congresista nos regaló tiempo atrás para edulcorar las tropelías del paso de su disolvente padre por el poder (“Cuando un país atraviesa un periodo de crisis, inestabilidad, incertidumbre, la población está dispuesta a ceder parte de sus derechos a cambio de que el Gobierno le restituya el orden y la seguridad”, disertó en aquella ocasión). Y ahora nos acaba de sorprender con una pieza visionaria sobre la necesidad de volver, en el 2021, a un Parlamento con dos cámaras.

Bajo el título de ‘Luz para la bicameralidad’, efectivamente, Kenji Fujimori publicó esta semana, en la sección de Opinión de El Comercio,  un artículo que parece escrito por otra persona… Pero solo lo parece, porque a pesar de ser un alegato en favor de la restitución de aquello que el fujimorismo auroral demolió con tanto denuedo –el Senado–, el lector atento puede detectar rápidamente la lógica singular y el discurrir sin paralelo (ni meridiano) del menor de los Fujimori en el apunte.

¿Cuál es el argumento central de Kenji para juzgar oportuno el retorno de la Cámara Alta? Pues los cambios que le inflige a la circunstancia política el tiempo, que corre ligero. Según él, a comienzos de los 90, el país necesitaba reformas rápidas y eficaces “y el unicameralismo fue el instrumento”. Pero hoy lo que hace falta es “más debate, más pausa reflexiva, menos vehemencia, menos confrontación”, y resulta que “la bicameralidad permitiría ayudar a moderar el proceso legislativo a unas proporciones más acordes con la ponderación que necesitan las leyes de la República”.

En otras palabras, cuando el Gobierno era una dictadura apenas camuflada (del fujimorismo) y el Congreso un estorbo para lo que de todas maneras iba a imponer el Ejecutivo, convenía mantenerlo reducido a su mínima expresión. Pero ahora que la democracia se ha puesto pesada con esto de colocar en el poder a otros partidos, hay que caminar despacio y meditar cada paso: una receta con jeta que tiene, además, el agravante de concebir la Constitución como una carta entallada a la necesidad política del momento y no como un cuerpo de principios que se sostienen en el tiempo. ¿Es que acaso hay algo más fujimorista que eso?

Hay que reconocer con hidalguía que el congresista Héctor Becerril ha tratado de acudir a nuestro rescate con presteza y nos ha hecho saber que Fuerza Popular no necesariamente va a seguir el derrotero señalado por Kenji. “Es hijo de Alberto Fujimori, pero su posición política vale igual que la de cualquier congresista de la bancada”, ha sentenciado. Y habida cuenta de su pasmoso parecido con cierto personaje de una antigua serie de televisión, todos sentimos un poco que es como si nos hubiese dicho: “¡No temáis, Becerril está aquí!”. Pero desgraciadamente, por alguna razón, la desazón persiste.

Esta columna fue publicada el 21 de enero del 2017 en la revista Somos.