Mario Ghibellini

El astracán y la política son géneros teatrales hermanos. En ambos abundan los tortazos gratuitos y las suertes de bufones, pero mientras en el primero las risas del público son buscadas, en el segundo resultan una consecuencia involuntaria de la forma en que ciertos personajes se mueven en la escena pública. Con todo, hay ocasiones en las que se hace difícil determinar frente a cuál de las dos manifestaciones dramáticas estamos, y la protagonizada este jueves por el ministro de Economía, , es una de ellas. ¿Quiso el titular del MEF regalarnos con el cuento de su renuncia un momento de esparcimiento o simplemente desplegó un ‘modus operandi’ que quería ser ingenioso y fracasó de manera hilarante en el intento? La verdad es que hay elementos para ir con cualquiera de las dos lecturas, por lo que quizás lo más sensato sea repasar una vez más los hechos y ver si de pronto alguna circunstancia hasta ahora inadvertida nos ayuda a decantarnos por una de ellas. Como el diablo, la musa Talía se oculta a veces en los detalles.

–Renuencia irrevocable–

Todo empezó el miércoles de esta semana, con una reunión en Palacio a la que la presidente Boluarte citó a los exministros de Economía Luis Carranza y José Arista, pero no al actual responsable de la cartera. La deducción inmediata de quienes tuvieron noticia del encuentro fue que la gobernante estaba buscando remplazante para Contreras. A fin de cuentas, razones sobraban. Para demostrarlo, ahí están la recesión inicialmente negada y por último aceptada, las arengas a los empresarios para que dejen de lado el pesimismo e inviertan en el país mientras el entorno económico sigue siendo de terror o el “maquillaje contable” para cumplir con la regla fiscal que le enrostró hace poco al ministro el presidente del Consejo Fiscal, Carlos Oliva. El hecho de que la reunión se celebrase en la Casa de Pizarro y no en un lugar más discreto sugiere, además, que había en el gesto de la mandataria algo de indirecta. “Arráncate mejor tú solito que, si no, te arrancamos nosotros”, era más o menos el mensaje que ella le estaba transmitiendo al funcionario en cuestión. Pero todo indica que la señora olvidó presupuestar una eventualidad ingrata: que los sustitutos sondeados le dijeran que no. Y, sin embargo, cuentan los trascendidos que eso fue exactamente lo que le respondió por lo menos Carranza. En realidad, no es de extrañar que eso ocurriese, pues ninguna persona con dos dedos de frente y un prestigio que defender iba a aceptar un cargo evidentemente sometido a la prioridad política absoluta de la jefe del Estado y su visir Otárola: perdurar en el poder a cualquier costo.

Ingenua o no, la presidente se vio repentinamente sin soga y sin cabra... Y ese fue, al parecer, el instante en el que el prospecto de eyectado creyó ver la oportunidad de, más bien, afianzarse en el puesto. “Te doy una primicia ‘off the record’: estoy presentando mi renuncia en este momento”, le escribió el jueves por WhatsApp a un periodista de “La República”. Y, como explicación de su supuesta resolución, añadió: “Petroperú y falta de transparencia en algunas decisiones”. La información llegó también a otros medios y, confiando en la fuente, estos la difundieron. De haber tenido bigotes, el ministro se los habría atusado.

¿En qué consistía la pretendida astucia? Pues todo sugiere que en provocar pánico en la presidente Boluarte ante la posibilidad de que el MEF quedara descabezado para forzarla a salir a respaldarlo en el cargo o, por lo menos, mandar a su premier a que lo hiciera… Pero eso no fue lo que sucedió. El que desmintió su renuncia fue apenas el ministro de Salud, lo que le dio a toda la operación un inevitable aire de primeros auxilios. La angustia solo le dio a la mandataria como para convocar a Contreras a Palacio y dejarlo a él mismo “descartar” la presentación de su carta de renuncia. Algo que él por supuesto hizo, aseverando con singular torpeza: “No he presentado nada”. ¿No se dio cuenta de que con semejante declaración estaba dejando a la prensa que recibió su WhatsApp mañanero como mentirosa? Si quiso aprovecharse del “off the record” para que su doble discurso quedara oculto, la circunstancia de que terminaran rompiéndoselo en la crisma ha de haberle servido de lección.

Lo que el personaje que nos ocupa “estaba presentando” el jueves por la mañana no era, pues, su renuncia, sino su renuencia –esta sí irrevocable– a aflojarse el fajín. Y hay que admitir que, en principio, ha tenido éxito. Pero sospechamos que no por mucho tiempo.

–No te creo–

Un ministro de Economía que, según todo indica, habría tratado de hacer danzar a la jefe del Estado a su ritmo, no luce, efectivamente, como el candidato más probable a eternizarse en el cargo. Menos si su credibilidad con la prensa y la ciudadanía ha sido herida de muerte. Para nosotros –y estamos seguros de que también para muchos colegas– sus solemnes declaraciones del jueves por la tarde equivalen a una sentencia del tipo: “¡No he renunciado ni volveré a hacerlo!”. Y eso suena a palabras semifinales. Así como a título de astracanada, desde luego.

Mario Ghibellini es Periodista