Mario Ghibellini

Esta semana, un grupo de compatriotas identificado bajo el membrete de “Coalición Ciudadana” publicó un “” que invita a la reflexión. Se trata, en la mayoría de casos, de personas que han tenido responsabilidades de gobierno (ya sea como ministros, parlamentarios o gobernadores regionales) y que han militado o militan en alguna organización partidaria. Algunas de esas personas son también amigas de esta pequeña columna, pero la amistad no proscribe el disenso y en esta ocasión pensamos dejarlo en claro. En general, el pronunciamiento plantea una combinación de lugares comunes con postulados “políticamente correctos”, y la presenta como “impostergable”, como lo que “toca” y como el corset dentro del que deben debatirse y acordarse “propuestas en favor de los 33 millones de peruanos”. Un pequeño número de ilusionismo que pretende hacer pasar aquello que anima a un puñado de ciudadanos por el menú al que todos los poseedores de un DNI deberíamos apuntarnos por el solo hecho de haber nacido en esta hermosa tierra del sol. Los trucos de los prestidigitadores de feria, sin embargo, adolecen siempre de cierta chapuza en su ejecución.

(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

–¡Dah!–

El manifiesto, en efecto, proclama la necesidad de construir un país con paz, libertad, justicia y libre de corrupción, así como la de procurar reformas en sectores como salud, educación, seguridad y empleo formal… Y ante eso solo cabe decir: ¡dah! ¿Quién podría estar en contra de aspiraciones o iniciativas semejantes? ¿O de tener procesos electorales transparentes o desterrar la violencia contra la mujer? Muy poca gente de seguro, y difícilmente se atrevería a expresarlo con libertad. Si ese es el “fruto de cuatro meses de generación de máxima confianza y […] de mínimos consensos entre una docena de ciudadanos comprometidos con influencia política”, parecería que tendremos que esperar un par de años antes de escuchar alguna propuesta original.

En honor a la verdad, no obstante, el documento habla también de otras cosas. Como, por ejemplo, de “igualdad de oportunidades” y “cuidado del medio ambiente”, fórmulas tan seductoras como gaseosas, que, al carecer de mayores precisiones, dan espacio a la eventual justificación del intervencionismo económico para el igualamiento hacia abajo o el bloqueo de proyectos mineros por prurito ideológico. Entendámonos bien: si los agrupados en la mentada coalición creen en la bondad de esas prácticas, bien por ellos, pero que lo digan con todas sus letras, y no traten de venderlo como un sueño colectivo al que nadie debería resistirse.

Pero el manifiesto va más allá. Exige la construcción de un Estado que “priorice el cierre de brechas sociales y de infraestructura”. Muy bien. ¿Y quién decide cuáles son las brechas sociales que hay que cerrar y cómo? ¿Quién determina cuáles son las obras de infraestructura indispensables para el desarrollo de la nación? Uno diría que el gobierno de Ollanta Humala estuvo abocado a esos loables propósitos… y los resultados están a la vista y bajo la lupa del Ministerio Público. ¿Queremos, a fuerza de patriotismo, los peruanos un poco más de eso? Quizás algunos sí, pero para desencanto de los coaligados, no todos.

Hay algunos problemillas, por otra parte, con el pronunciamiento y las apostillas de quienes lo suscriben. Se nos hace difícil, por citar un ejemplo, sintonizar con el reclamo de defender “el avance de los procesos anticorrupción” cuando proviene de quien presidió el Consejo de Ministros de Pedro Castillo y, después de prometer transparencia con respecto a la lista de visitantes de la casa de Sarratea, dijo que había que “respetar la estrategia de la defensa” del entonces presidente, que consistía en negarse a publicarla. Nos referimos, por si no hubiera quedado claro, a Mirtha Vásquez. Asimismo, nos resultan inverosímiles los llamados al consenso de parte de quienes fueron presidentes o secretarios generales de determinados partidos y acabaron renunciando a ellos. ¿Cómo podrían tales personas coronar a nivel nacional un esfuerzo que se les hizo imposible en su propia casa? Tenemos en mente, desde luego, a Mesías Guevara (ex AP) y Marisol Pérez Tello (ex PPC).

Llama especialmente la atención, también, la demanda de “una salida pacífica y constitucional o por el adelanto de elecciones generales para ir hacia un periodo de transición”, que parece ignorar la circunstancia de que el gobierno actual es constitucional. Incompetente y con indicios de corrupción, sí, pero constitucional. Y, como se sabe, la Constitución contempla asimismo los únicos caminos por los que podría ser interrumpido antes de que el periodo para el que fue elegido se cumpla. ¿Cuál es el mecanismo reñido con el estado de derecho que los firmantes del documento nos proponen entonces como gesto de alto patriotismo para obtener lo que persiguen? Ardemos en curiosidad por conocerlo.

–Colectivo sin frenos–

De todo lo planteado por el colectivo en cuestión, sin embargo, lo más grave nos parece en realidad la invocación a “dejar de lado las discrepancias”, lanzada por una respetable historiadora afiliada también al club. Las discrepancias, teníamos entendido, forman parte de la materia misma de la que está tejida la democracia. Si la señora quiere deponer las suyas frente a quienes no piensan como ella que lo haga. Pero venirnos a contar que “es necesario” sumarnos a esa práctica “para construir una república de oportunidades” es, en nuestra opinión, arbitrario y descabellado. En esta pequeña columna, con todo derecho, discrepamos de eso y de todo lo anterior. Y repetiremos hasta el cansancio: ¡viva la discrepancia!

Mario Ghibellini es Periodista

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