Nunca me he sentido, frente a cosas del sexo y del libre albedrío, un conservador achorado. Pero sí, con frecuencia, un liberal monse. Porque ir contra la corriente da miedo, roche, inseguridad y te expones al bullying del status quo. O a la súplica de los que te quieren y te piden que no te metas en camisa de once varas, que la pares ya. Y eso puede desarmarte más.
Por eso, en la polémica del aborto y la unión civil, los conservadores lucen ese aplomo y seguridad que les viene de diosito, que invoca a la Constitución y a los poderes del Estado, que se sabe mayoría absoluta en las encuestas. Mientras, los liberales vamos acumulando de a poquitos, esperando que en la próxima de Ipsos o GFK, nuestros puntos de vista hayan ganado siquiera un 2% más de adeptos que, si tomamos el margen de error en cuenta, es lo mismo que nada. O que nos abran la puertita para meter un pie, unión civil pero sin adopción, protocolo de aborto terapéutico y luego aborto en casos de violación nomás; que ya luego el país estará listo para sinceramientos mayores.
Pero eso está cambiando. Las ideas liberales generan convicciones que algunos, sobre todo los jóvenes en las redes, las comunican seguros y hasta achorados. Y así suenan hasta en la televisión. Caray, ¡el conservadurismo ha perdido la batalla en la pantalla popular y en la mayoría de portadas! Lo que le queda es el terreno, vastísimo, de la familia tradicional, el colegio, la parroquia, el grupo de patas que no está para darle vuelta a las cosas.
Tengo que hacer una digresión política: Así como hay dinosaurios de la talla de Juan Carlos Eguren o Raúl Castro en el pontificio Partido Popular Cristiano, también los hay en el centro y en la izquierda. Y la partidarización no es la mejor amiga de las causas liberales, pues las supedita a la encarnizada y dogmática lucha política. Por ejemplo, el activismo pro LGTB ha sido por muchos años básicamente de izquierda, y ello lo llevó a regodearse en su marginalidad antisistema, ajena a lobbies y cálculos electorales; proyectando su afán de cambios importantes en el horizonte lejano de revoluciones imposibles.
Mientras los conservadores tejían el marco legal a su medida, colocaban ministros y congresistas, y metían de contrabando en la Constitución de 1993, Art. 2 Inc. 1, que “el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece”; la izquierda liberal perdía el tiempo en reuniones, eventos y proyectos micro en sus reductos no gubernamentales. Los lobbies para encajar iniciativas legislativas y generar políticas públicas, eran cosas feas de la derecha empresarial. Bah.
Recién en los últimos años, el activismo le ha perdido asco al lobby. Y la derecha liberal ha tomado mayor interés en esta agenda escondida por la política tradicional; ha redescubierto, entusiasta, que el liberalismo es muchísimo más que promoción de inversiones, equilibrios cambiarios y privatizaciones. ¡Hay una agenda de trabas humanas por liberar! Y así como hoy católicos y evangélicos conservadores hacen causa común; hoy también sumamos opiniones los liberales de distinta condición.
Ante la vitalidad mediática de esta plural corriente liberal que empieza a dejar de ser monse; los conservadores se han achorado. En la frustrada discusión en la Comisión de Justicia del proyecto de ley sobre despenalización del aborto por violación –presentado por iniciativa ciudadana de miles de firmas-el achoramiento prescindió de argumentos y pasó al gratuito vituperio político (Martha Chávez dijo que se trataba de una cortina de humo nacionalista para distraernos de la cuentas de Nadine) y a la maniobra (conservadores se retiraron de la reunión para dejarla sin quórum). Para remate, el presidente de la comisión, Juan Carlos Eguren, profirió su ya célebre frase, “es casi imposible que se produzca un embarazo luego de una violación callejera”, cosa que es también una forma de achoramiento porque la información le vino de fuentes más que dudosa (hay, por allí, científicos inescrupulosos y universidades sin prestigio, que producen data para que sea citada por quienes se resisten al conocimiento impuesto por el establishment científico).
Eguren ha recibido un comprensible apanado virtual porque, repito, los liberales ya no somos tan monses. Estamos históricamente acostumbrados a recibir esos apanados por sostener posiciones a contracorriente. Ahora les toca a los conservadores, por haberse pasado de la raya de atrás, esa que está pintada en la retaguardia de la historia. Y ojo que no valido injurias ni cabes, solo me refiero al apanado argumentado. Nos estamos equilibrando.