El domingo, sin pensarlo demasiado, escribí en mi columna Muchoojo que solo cuento tres estrellas en la tele: “Te basta una mano. Yo me quedo con tres dedos, pulgar, índice y medio; Beto, Magaly y Gisela. No veo más div@s en una pantalla que apuesta por los formatos que no chillan, ni patalean ni se pelan como los humanos. Hay varios aspirantes a prima donna, pero se quedan de jueces de talento, piezas de un engranaje mayor, coconductores, figurettis de ‘reality’, concesionarios de un horario al que, por ahora, parecen atados”.
Tirada la piedra, enseguida empecé con los aclares. En el mismo muchojo dije que no contaba, en mi mano mocha, a los cómicos ni a los actores porque eran estrellas a su modo, ligadas a un género. Tampoco a los periodistas, salvo que dejaran su oficio, como Beto y Magaly, para atacar otros géneros. Ni conté a Bayly y Bozzo, estrellas donde fueran, porque de aquí ya se fueron. Ni a Mónica Zevallos, que está de visita.
Para no pecar de despectivo, mencioné a los que sin llegar a tener su pequeño sistema solar que se enciende, preferentemente, en el prime time de sábado por la noche, “buscan empinarse: Laura Huarcayo, Ricardo Morán, Peluchín, Aldo Miyashiro, Carlos Galdós, Karen Schwarz, Renzo Schüller, Gian Piero Díaz, Mathías Brivio, Johanna San Miguel”. Caray, me olvidé de Ernesto Pimentel, aunque con él sucede algo peculiar: su personaje, Chabuca, lo excede.
Beto ha twiteado agradeciendo la mención -¡de nada, te la has ganado a pulso y a sangre propia y ajena!- y varios lectores exigen más de una explicación. ¿Por qué, pues, solo esos tres? Porque llevan años en la conducción de sus propios shows, 30 en el caso de Gisela, 17 Magaly, 14 Beto. Porque han movido muchísima prensa con cualquier ocurrencia, porque crepitan en el candelero y porque tienen esa capacidad intertextual (son esponjita cuando quieren absorber y chisguete cuando quieren escupir) que hace que sus pequeños sistemas se muevan y se engranen de tal forma que hacen sentir que el universo entero se mueve gracias a ellos. La 'Urraca' agarró vuelo picoteando a Gisela y Beto lo hizo metiendo lengüita a los brackets de la 'Urraca', de modo que saben medirse y pecharse mejor que cualquier otro.
Las estrellas de la tele, como esos tres, planean sobre Chollywood, se hacen lipoesculturas (la de Beto fue reportada por él mismo, la de Magaly fue ‘extreme make over’, las de Gise se pierden en mi memoria), comen y dan de comer a la tele, son maleteros, maleteados y metalingüísticos. No son los que más talento tienen sino los que más éxito e impacto consiguen (que si de talento se tratara, no mencionaría a Gise y sí, por ejemplo, a Galdós, pero Carlos está hoy atado a un horario no estelar).
Para acabar, conste, eso sí, que las estrellas se apagan, caen hechas meteoritos, se hacen trizas, se quedan sin programas, dejan de brillar para quienes las seguimos y criticamos. Pero eso no les pasa de un día para otro. Toma tiempo hacerse estrella y desaparecer del firmamento. Miren nomás a Gise cómo la desahuciamos unas temporadas y cómo volvió con sus formatos bajo el brazo; miren a la 'Urraca' cómo ha estado deshojando margaritas –y mordiéndose los codos- por año y medio y ya está de vuelta en Frecuencia Latina, mejor promocionada que los otros dos; miren a Beto cómo ha lucido tanto talento para hacer buenas faenas como para pisar palitos hasta resbalarse fuera de la tele, y volver a ella como un porfiado. Por eso, si vamos a tener otras joyitas parecidas, demórense en llegar, que estos tres ya son multitud. Y si son cosa nueva, bienvenidos.