Sarhua: un puente por la identidad y contra el olvido
Sarhua: un puente por la identidad y contra el olvido
Redacción EC

NELLY LUNA AMANCIO

Por qué reconstruir algo que ya no es útil?, preguntó un viejo comunero en la asamblea de Sarhua. (Varios jóvenes comenzaron a murmurar lo mismo.)

–Por la identidad, por nuestra tierra, respondió Primitivo Evanán Poma, el artista que cuenta y pinta las historias y tradiciones de su pueblo en tablas, el hijo migrante que vive en Lima y que había vuelto a su pueblo para apoyar la reconstrucción del único puente inca de Ayacucho.  

Sin pretenderlo –o tal vez sí– Primitivo Evanán defendía la necesidad de seguir reconstruyendo cada dos años el puente que atraviesa el río Chuschi. Explicaba por qué los hijos de Sarhua debían continuar tejiendo con la fibra de ese arbusto llamado pichus el puente colgante heredado de los incas y que un día dejaron de usar porque las autoridades construyeron, a pocos metros, uno de cemento, más práctico, más seguro, sin historia. En tiempos de acelerado pragmatismo, el artista recordó que la utilidad no es el único valor de las cosas, menos mal.
 
LEGADO INCA
En los últimos años, muchas cosas han cambiado en Sarhua, el pueblo ayacuchano ubicado a cinco horas de Huamanga: una carretera hace menos tortuosa la llegada, las casas de cemento han comenzado a reemplazar a las de adobe, un puente carrozable permite que los autos crucen el río, se han instalado cuatro talleres de artistas que pintan en tablas la cotidianidad de la comunidad. Atrás quedaron el miedo y la violencia que el terrorismo engendró en los años 80.

La construcción del puente de cemento y la carretera (que hizo más rápido el tránsito de Sarhua a Huamanga) modificó algunas costumbres locales. A inicios del 2000, la gente dejó de usar el puente colgante, decían que el otro era más seguro, entonces dejaron también de darle mantenimiento. Por eso, el debate sobre la reconstrucción del puente resume las nuevas visiones de las comunidades altoandinas con la modernidad.

El trabajo colectivo es la pieza fundamental de la vida comunal. Muchas de las obras que benefician a una comunidad se realizan con faenas voluntarias en que participan todos los comuneros empadronados, pero en los últimos años algunas de estas han dejado de practicarse. “Para muchos, ahora es más importante trabajar para ganar dinero, la gente dice cómo voy a trabajar gratis. Hay mucho individualismo”, explica el antropólogo ayacuchano Salvador Palomino, quien ha investigado la historia del puente inca y las tradiciones de Sarhua.

La reconstrucción del puente ha retado la fortaleza de la comunidad contra el individualismo. El artista dice que ha sido importante convencerlos de que el puente es importante no por su utilidad, sino porque representa la memoria del pueblo.
 
Salvador Palomino explica que “la comunidad está dividida entre los que desean continuar con esta tradición y los que creen que ya no es útil”. Y los que quieren –paradójicamente– son los que ya no viven ahí, como los estudiantes o las familias migrantes en Lima. “Son ellos los que quieren que el puente inca se siga reconstruyendo y son los que impulsan que sea declarado Patrimonio Cultural de la Nación”, aclara el antropólogo.

El puente inca de Sarhua llevaba varios años olvidado. A inicios de este año, los sarhuinos radicados en Lima se organizaron en las redes e impulsaron su reconstrucción. “Desde Lima varias personas hemos apoyado económicamente, pero antes no era así, cada comunero ponía de su parte”, dice Primitivo, uno de los más entusiastas.
 
TABLAS COTIDIANAS
Sarhua es conocida por sus maravillosas tablas pintadas con escenas cotidianas. En su stand de la cuadra 53 de la Av. Petit Thouars, en Miraflores, Primitivo Evanán guarda dos que retratan la reconstrucción del puente inca. Las pintó a su regreso de la faena comunal en Sarhua, la última semana de febrero. Los hombres jalan y tejen con fuerza las fibras secas de un arbusto conocido como pichus.

Las primeras tablas que el artista guarda en su memoria corresponden a su niñez, cuando estos objetos se entregaban a las familias que concluían la construcción de su casa. “Construir una casa era una fiesta. En las tablas se pintaba la genealogía familiar. Aparecían los abuelos, los padres, tíos, todos los que habían apoyado a levantar la casa”, cuenta Primitivo. La tabla de Sarhua es un acto de amor por la memoria de un pueblo.
 
“Nadie enseña nada, cada uno aprende mirando a los mayores. Yo miraba que otras personas que pintaban y así aprendí, y comencé a pintar todas las escenas y fiestas tradicionales de mi pueblo. Por eso he pintado también la reconstrucción del puente, porque aunque digan que ya no es útil yo creo que se debe seguir tejiendo porque es una reliquia de nuestra tradición y lo queremos mantener porque estamos orgullosos de esa historia”, dice Primitivo.

BAILAR EN EL PUENTE
Los más jóvenes en Sarhua tienen miedo de usar el puente colgante porque dicen que tiembla mucho. Primitivo se ríe cuando lo cuenta porque dice que él y sus amigos han pasado por él tantas veces bailando. Lo que más le preocupa al artista es cómo los más jóvenes están olvidando la técnica de reconstrucción y tejido del puente. “En la última faena de febrero que duró cinco días, había muchachos que no sabían la técnica y los mayores tuvieron que explicarles. Ellos deberán conservar ahora este conocimiento”, afirma.

El artista regresa siempre, cada cinco o seis meses, a su pueblo. “Queremos que el nombre al puente Patrimonio Cultural de la Nación”. Aquí se hace la rememoración de las fiestas: los carnavales, la limpieza del agua, la fiesta de la Virgen de la Asunción. Los hombres tejen el puente en fuertes trenzas, las mujeres cantan y llevan los alimentos. El de Sarhua no es un puente solo para cruzar, ha sido durante años un lugar-ritual, un espacio-memoria.

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