El 1 de enero de este año, en un centro recreacional de Huamanga, el reelecto gobernador regional Wilfredo Oscorima juró el cargo con un discurso culposo: “Cuando inicié administrando el gobierno regional, desconocía de gestión pública”. Uno de los políticos más cuestionados del país comenzó un nuevo período entre promesas y golpecitos de pecho.
Una de las cosas que no aprendió –o que demoró en aprender– es que quienes ostentan cargos públicos tienen que cumplir reglas, que un funcionario no es libre de hacer lo que quiere.
Quizá no lo sabía cuando, en junio del 2011, pidió al consejo regional que apruebe una resolución que lo autorizaba a realizar todos los viajes que fueran necesarios durante su gestión; ni siquiera se tomó el trabajo de detallar a qué lugares viajaría, ni para qué, ni cuánto gastaría. Solo pidió que le firmen un papelito con el cual podría ausentarse cuando quisiera. Por supuesto, el consejo no lo aprobó.
Tampoco parecía estar enterado de que hay protocolos que, además de engorrosos, son necesarios cuando se maneja dinero del presupuesto público. El 29 de noviembre del 2011 convocó a una licitación para comprar, por un monto de casi S/.20 millones, tractores, excavadoras y otras maquinarias pesadas.
Menos de un mes después, el 20 de diciembre, Oscorima dispuso mediante una resolución que se anule esa licitación y que la compra se efectúe bajo un proceso de exoneración (o sea, una compra directa). Para justificar esa necesidad urgente, declaró en emergencia –imaginaria, en realidad– el agro ayacuchano.
A pesar de que el Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE) le exigió que anule la compra directa, el gobernador adquirió la maquinaria antes de que acabe ese año.
En lenguaje jurídico, lo que hizo Oscorima se llama corrupción en la modalidad de aprovechamiento indebido del cargo. Por ese delito acaba de ser condenado a 5 años de prisión. “Me he demorado en aprender”, dijo también en enero, cuando juró el cargo. Pero aprendió. Lo bueno y lo malo.
BILLETERA MATA POLÍTICO
Nadie sabe con certeza cómo apareció Wilfredo Oscorima en la escena política ayacuchana. Nacido en Cangallo en 1961, la biografía que alguna vez publicó en su web decía que trabajó lavando carros y atendiendo en una ferretería, entre otros cachuelos, y que a los 16 años migró a Lima.
Años después, en los 90, él era ya un empresario dueño de locales de tragamonedas, con una casa en San Isidro, otra en Rinconada del Lago, autos de lujo, etc. Mal no le fue.
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