Era el 17 de julio del 2013. Un hombre bajito, de poco más de cincuenta años, se plantó con su familia a las afueras de la Corte Superior de Justicia del Santa con pancartas y un megáfono en mano. A medida que se intensificaba la protesta, el hombre se quitó la camisa y se trepó al asta donde el establecimiento judicial izaba su bandera. Se colocó una cadena gruesa alrededor de su pecho y empezó a gritar el nombre de cada uno los jueces que intentaban excluir al alcalde de esa provincia, Luis Arroyo Rojas, en la investigación por el asesinato de su hijo. El hombre, además, tenía un cartel que decía: “Poder Judicial y Ministerio Público al servicio de la mafia de Áncash”. No sería la última vez que haría algo parecido. El hombre se llamaba Ezequiel Nolasco.
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