(Foto: Ministerio Público)
Restos Apurímac
Luis García Bendezú

Fueron asesinados hace más de 25 años pero sus restos permanecieron sin identificar hasta hace poco. Hoy, tras un largo trabajo del Ministerio Público, sabemos que sus nombres eran: Saturnino Espinoza Merino, Mónica Huayhua Ampuero, Julián Palomino Pimentel, Lucio Ortiz Avendaño, Zenón y Baro Pozo Felices, Giraldo y Mirta Valdez Deza, Simón Rodríguez Vargas, Ubaldo Cervantes León, Leandro Oscco Paniora, Manuel Merino Acuña, Eugenio Lancho Ramos y Julián Torres Ccallalli. Todas estas personas fueron víctimas del salvajismo de Sendero Luminoso.

Los restos de las catorce personas mencionadas yacían hasta el 2015 en tumbas sin nombre en los cementerios comunales de Toraya, Pocohuanca y Piscoya, ubicados en la provincia de Aymaraes, en la región Apurímac. A partir de ese año, el Ministerio Público exhumó las fosas y designó a un grupo de forenses para las labores de identificación. Este jueves 17 de mayo, tras décadas de dolor e incertidumbre, la fiscalía restituyó los restos a sus correspondientes familias. Ahora, ellos pueden llorarlos y velarlos con dignidad.

Algunos eran autoridades y uno era miembro del Ejército, pero también hubo madres, jóvenes, e incluso niños entre los blancos de las sanguinarias huestes terroristas. Con información proporcionada por el Ministerio Público, El Comercio pudo reconstruir algunas de las historias de las víctimas de Aymaraes.

La masacre de Toraya
Ocurrió el 21 de febrero de 1986. Según el Ministerio Público, ese día una veintena de subversivos de Sendero Luminoso ingresaron a la comunidad de Toraya y empezaron a sacar de sus casas a los vecinos. Los terroristas reunieron a la comunidad en la plaza principal del pueblo y ahí empezó la masacre. Luego, los criminales condujeron a las autoridades hasta la municipalidad de Toraya para asesinarlos con cortes en el cuello y a pedradas.

Según consta en archivos fiscales, entre las víctimas estaba Zenón Pozo Felices, un agricultor que se desempeñaba como Juez de Paz en Toraya. También estaba su hermano Baro Pozo Felices, quien realizaba funciones de gobernador distrital. Otra víctima fue Simón Rodríguez Vargas, un ganadero; Ubaldo Cervantes León, el teniente gobernador; Leandro Oscco Paniora, el presidente de la comunidad y Manuel Merino Acuña. Este último era un campesino que fue obligado por los senderistas a servir como guía y fue asesinado frente a la posta médica cuando intentó quitarle el arma a uno de los cobardes criminales.

“[Las víctimas] fueron enterradas en el cementerio de Toraya por los mismos pobladores, pero indistintamente. En un mismo nicho había dos o tres cuerpos. Por eso se realizó la identificación de cada una de las personas. Al no saber exactamente cuál era cada uno, los familiares necesitaban tener un cuerpo específico para poder velar a sus familiares”, cuenta a El Comercio la fiscal Luz Marina Laine Taype, del Ministerio Público de Apurímac.

-Alcanzados por el horror-
Otra de las víctimas identificadas por la fiscalía es Julian Palomino Pimentel, quien era el teniente gobernador de Piscoya cuando, el 25 de julio de 1986, fue sacado de su casa, torturado y asesinado en la vía pública.

También en Piscoya pero un año después, el 24 de julio de 1987, Sendero Luminoso asesinó a Mónica Huayhua Ampuero. Ella fue extraída de su hogar cuando estaba junto a su pareja y sus hijos, entre ellos un bebé. Huayhua ocupaba el cargo de tesorera de su comunidad y estaba embarazada. La mataron de un corte en el cuello tras acusarla de tener dos esposos. Luego, Sendero Luminoso obligó a los miembros de la comunidad a enterrar su cuerpo.

Entre 1991 y 1992, las huestes subversivas asesinaron a Saturnino Espinoza Merino, miembro del Ejército, y a los hermanos Giraldo y Mirta Valdez Deza. Los dos últimos viajaban en una camioneta que trasladaba a diez personas entre médicos y enfermeras. Mirta era menor de edad. El hecho ocurrió el 23 de julio de 1991 en Toraya.

-Apenas era un muchacho-
Uno de los casos que muestra más crudamente la barbarie que desató Sendero Luminoso en Apurímac es el de Julián Torres Ccallalli. Él tenía apenas 19 años cuando, el 15 de mayo de 1987, fue secuestrado por Sendero Luminoso en Toraya junto a otros jóvenes. Tras algunos meses en manos de los subversivos, Julián pudo escapar de sus captores y regresó a casa. En la Navidad de 1987, miembros de Sendero Luminoso volvieron a irrumpir en su vivienda, lo llevaron a la puerta de la iglesia y lo asesinaron con tres impactos de bala. Esto en represalia por haber escapado de su cautiverio.

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