Desde diciembre del 2023 al 16 de febrero del 2024, la Unidad de Salvataje de la Policía Nacional del Perú (PNP) rescató a 1.375 personas que estuvieron próximas a ahogarse en 71 de las 111 playas de Lima que vigilan los salvavidas, desde Cerro Azul (Cañete) hasta Chacra y Mar (Huaral). Si bien son múltiples los factores que confluyen para que un bañista termine en una situación crítica, existe un elemento compartido en la mayoría de los casos: las peligrosas corrientes de retorno o de resaca, conocidas localmente como ‘chiras’.
Así lo confirmó a El Comercio el comandante PNP Marco Montoya Sánchez, jefe de la Unidad de Salvataje. “El 70% de los casos son varones adultos, generalmente en estado de ebriedad. Van a la playa, hacen deporte, toman y luego ingresar al mar. Cuando los amigos ven que uno se ahoga, entran para ayudarlo y se convierte en un rescate múltiple porque la corriente los jala a todos”, contó el jefe policial. “Nosotros [los salvavidas] llevamos cursos de oceanografía, por lo que sabemos identificar estas corrientes. Hay algunas que son permanentes, pero hay otras que se forman de inmediato y, de pronto, los bañistas son jalados por las correntadas”, agregó.
Lecciones de vida
A diferencia de otras corrientes menos agresivas, quedar atrapado en una corriente de resaca suele ser un hito que queda marcado en la vida de sus víctimas. Luis Paredes, quien conversó con El Comercio, recuerda con exactitud lo que vivió hace poco menos de cincuenta años atrás en la playa El Revés, en el distrito de Punta Negra. Entonces, era un joven surfista de unos catorce años.
“En esa playa, pocas personas se bañan. Justamente le dicen ‘El Revés’ porque tiene mucha contraola. Yo no la conocía, pero aquella vez fuimos a tomar sol y se unieron al grupo mis dos primas mayores, que eran expertas nadadoras y habían vivido toda su vida en Punta Negra. En varias ocasiones anteriores, ya habían rescatado a personas en el mar”, relató Paredes.
Continuó contando que sus primas le advertían “que no me metiera muy lejos porque ese mar jalaba. Obviamente, a esa edad, no les hice caso y entré. Llegué a la zona donde reventaban las olas, pasé la primera [por abajo] y al salir me agarró la corriente. No podía escapar. Comencé, equivocadamente, a nadar hacia la orilla, a pelear contra la marea que quería jalarme hacia más adentro”, continuó.
Fue entonces que optó por hacer señas para pedir ayuda. “El mar me jalaba hacia adentro y me ahogaba”, rememora Paredes. Por suerte, sus primas lo vieron e ingresaron al mar para rescatarlo. “Lo que hicieron fue que me metieron aún más al fondo, detrás de las olas, y salimos por el extremo de la playa. Allí aprendí a que cuando ocurriera esto, y me ha ocurrido otras veces, hay que dejarse llevar por la corriente y luego salir por algún extremo”.
¿Cómo son las corrientes de resaca?
Las corrientes de retorno o resaca se caracterizan por tener un fluido perpendicular a la costa, en dirección hacia donde revientan las olas. De hecho, estas corrientes solo llegan hasta algunos metros más adentro de la zona de rompimiento de las olas. Es por esto que muchos tablistas utilizan las corrientes de retorno para llegar a las olas con menor esfuerzo.
De hecho, la comunidad de tablistas es quien denomina a estas corrientes como ‘chiras’ y son un elemento esencial durante sus jornadas. Gonzalo Navarro, surfer peruano, contó a El Comercio que estas corrientes son usadas como canales para retornar a la zona de olas luego de correrlas. “En San Bartolo, por ejemplo, uno agarra la ola y termina al costado del muelle. Allí, el mar te jala de vuelta”, contó.
Estas corrientes se forman inicialmente debido a que existe un empuje del nivel del agua, desde mar adentro hacia la costa, por causa del oleaje. Así lo explicó a El Comercio Gino Passalacqua, doctor en oceanografía. “El oleaje empuja el nivel del mar hacia la costa y lo acumula. Esa agua acumulada tiene que regresar, por lo que busca una zona para hacerlo. Por lo principal, estas corrientes de retorno se generan entre dos zonas donde hay oleaje intenso, debido a que son más profundas”, detalló.
Arguyó que es la topografía de la playa lo que genera zonas profundas que resultan en espacios donde las olas no revientan. El especialista estableció que en las zonas profundas con menos obstáculos (como piedras, peñas o bancos de arena), el agua encuentra un espacio óptimo para retornar tras ser empujada por las olas, generando allí las corrientes de resaca.
Asimismo, Passalacqua determinó que en las zonas más pegadas a los muelles y rompeolas es común encontrar las llamadas ‘chiras’ debido a que se suele tener mayor profundidad. Pese a ello, el especialista aclaró que “el oleaje es lo que va a determinar el cuándo [se forman las corrientes de retorno] y su intensidad”. Agregó que -si bien estas corrientes jalan a los bañistas en dirección hacia mar adentro- al generar este fluido también se crean corrientes laterales en la orilla que alimentan a la corriente de retorno.
Navarro resaltó que existen playas donde estas corrientes tienen un espacio casi fijo, mientras que en otras “como en [el balneario de] Asia, donde [la topografía] es más plana, varían más. Hay lugares donde aparecen y desaparecen todo el rato”. El tablista explicó que una de las formas de identificar estas corrientes es viendo las olas. “Uno se da cuenta que hay dos picos, uno a la derecha y otro a la izquierda [y un espacio al medio]. Entre los dos picos va a haber una corriente hacia dentro”, agregó. Sin embargo, hizo hincapié en que cada playa tiene un comportamiento diferente.
La historia de Marta -que estuvo al borde de convertirse en una anécdota trágica- revela la forma como la topografía incurre en la formación de estas corrientes. Los hechos ocurrieron en Punta Roquitas (Miraflores), una de las playas más frecuentadas de Lima, principalmente por tablistas. En este punto, las olas revientan a diferentes distancias y está delimitada por dos espigones, elementos que suelen ocasionar la formación de las corrientes de retorno.
Marta llegó a Punta Roquitas e ingresó con su tabla tras pasar algunos meses sin correr olas. “Llegué sin nada de físico, pero entré y empecé a remar y todo bien, tranquila”, contó a este Diario. Sin embargo, poco a poco, Marta se fue cansando hasta que llegó al punto que optó por salir, al sentir que su cuerpo no daba más “Dije, ‘ya, una [ola] más y salgo’. Pero en ese momento, me agarró una serie de varias olas seguidas, [caí de la tabla] y el mar me jaló”.
Al perder la tabla, Marta fue arrastrada por la corriente mientras las olas caían sobre ella, una tras otra. En vez de empujarla hacia la orilla -como sucede por inercia- Marta cada vez se alejaba más de la orilla y, en paralelo, era arrastrada hacia uno de los espigones, donde las rocas significan un grave peligro. “Estaba ahogándome, y me jaló hacia el espigón hasta que me choqué con la roca. Me golpeé la cabeza [contra las piedras]”, relató.
¿Por qué son peligrosas?
A diferencia de algunas creencias populares, las corrientes de retorno no jalan a las personas hacia abajo, solo las arrastran a gran velocidad lejos de la orilla. Sin embargo, esto suele implicar que las personas se queden sin piso, ya que estas corrientes se generan en espacios profundos.
Passalacqua advirtió que -si bien las corrientes de resaca solo llegan hasta la zona de rompimiento de olas, “también existen corrientes que generan como una celda circular. Esta celda, ya cuando te botó mar afuera [la corriente de retorno], te empuja lateralmente hacia la zona de la rompiente y se vuelve como un círculo vicioso. Para alguien que no tiene conocimiento del mar, es un problema”.
La velocidad de estas corrientes puede superar los ocho kilómetros por hora y en casos extremos llegar a los diez, pero –de acuerdo a la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos- tienen una velocidad promedio de dos kilómetros por hora. Passalacqua confirmó que en el país se cumplen estas métricas, las cuales dependen de la intensidad del oleaje. Agregó que estas corrientes pueden medir desde pocos metros de ancho hasta cerca de 450 (es decir medio kilómetro), “pero tienen un límite. Una vez que cruzas el ancho, ya no te jala”, comentó.
El comandante Montoya exhortó a los bañistas a evitar ingresar al mar con artículos flotantes, como inflables, colchones o cámaras de llanta. Esto porque las personas son arrastradas rápidamente por las corrientes de retorno y son llevados hacia la zona de rompimiento, “y se convierten en rescates de varias personas”. Asimismo, mencionó que se han registrado -en esta temporada- seis fallecidos tras ser jalados por las corrientes, muchos de ellos tras haber ingresado en horas de la noche o en estado de ebriedad al mar.
¿Cómo salir de una corriente de retorno?
Cuando Kevin Muto era niño, alrededor de los siete años, vivió una experiencia que rememora hasta hoy a causa de las corrientes de resaca. Había ingresado al mar en el Club Regatas Lima. “Recuerdo que fue en la Playa 3 y había bandera amarilla. Me metí a nadar y cuando intenté salir, braceaba hacia la orilla, pero no me movía. Era la primera vez que me pasaba algo así”, detalló a El Comercio.
Su madre, al ver lo que pasaba, alertó al salvavidas. La situación de Kevin era crítica, pero resolverlo fue tan simple como salir de la corriente por uno de los extremos para luego nadar -fuera de la corriente- hacia la orilla. “La verdad es que el salvavidas me sacó del agua súper rápido”, contó.
El oceanógrafo Gino Passalacqua destacó que la mejor forma de salir es evitar luchar contra la corriente y nadar de forma lateral para cruzar el ‘límite’ de la corriente. “Es importante observar la playa, tomarse diez minutos en mirar la zona, sobre todo si tienen hijos pequeños porque esta corriente puede llevarse a un pequeño sin problema”, alertó.
¿Cómo diferenciarlas?
“Existen varias características que revelan una corriente de resaca. Una es la mancha arenosa [que se da debido a que la fuerza de la corriente mueve el suelo de arena]. También, cuando tienes se trata de zonas de arena, en la parte donde está la corriente no vas a tener oleaje, porque es una zona más profunda. Hay que estar atentos a zonas más oscuras y también zonas donde se parece un poco a la corriente de un río, como si hubiese una ráfaga de viento encima”, explicó Passalacqua.
Agregó que a la altura de la orilla es más difícil divisar estas corrientes y que son más notorias si se ven desde la altura de una duna, un cerro o -incluso- encima de un vehículo. Montoya resaltó la importancia de vigilar a los niños cuando acuden a las playas y exhortó a los bañistas a ingresar al agua solo en los horarios y playas donde se encuentran los salvavidas, que trabajan desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde.