En la comunidad de Mayrasco, del distrito de Santiago, se aprende sobre la crisis y la pandemia en medio de dificultades como la pobreza y desnutrición, problemas que ya existían desde que los habitantes de este lugar tienen uso de razón.
Las aulas son a espacio abierto, en un cerro, a lado de los árboles que hacen de techo para los niños que quieren guarecerse del intenso sol. Allí, un grupo de 10 niños aproximadamente de entre 5 a 14 años ha llegado a compartir sus lecciones. Algunos logran captar señal de internet para recibir las tareas del día; otros, al verse limitados de equipos o medios de comunicación se limitan a compartir lo que aprenden sus amigos. Durante la noche, otros niños suben al mismo cerro para enviar sus tareas, momento donde la señal mejora.
Rosmery Rayme Quispe estudia en la escuela Cecilia Túpac Amaru, a 45 minutos de Mayrasco. Desde que empezó la pandemia, no ha podido iniciar el año escolar. La adolescente debería cursar este año el tercero de secundaria, pero no cuenta con un celular para hacer seguimiento a las clases virtuales o tareas que dejan sus docentes ni está al tanto de lo que sucede con sus compañeros. Ella vive aislada en el campo por la pandemia, pero también está aislada de la educación.
Extraña el colegio y compartir lecciones en un salón; sin embargo, pese a la dificultad, se las arregla. Ella lee sus libros o repasa sus cuadernos. Además, sube al cerro que da a su comunidad para compartir sus conocimientos con sus vecinos menores.
“No tengo celular. Nos apoyamos, porque si queremos estudiar, como sea queremos salir adelante, entre nosotros tratamos de enseñar, repasar algunos cursos”. La menor protesta por sus amigos de comunidad, pues dice que la modalidad de clases no ayuda a entender las lecciones.
“Por medio de whatsapp no se aprende nada. He visto que los profesores solo les mandan fotos y nada más. No hay mayor explicación” indica la adolescente.
–5 x 5– pregunta Rosmery
–25– responden al unísono varios niños incluyendo Fabián Huamán, cuyo curso favorito es matemática. Fabián también estudia en Cecilia Túpac Amaru, está en segundo de primaria y, a diferencia de Rosmery, él usa el celular de su papá para avanzar con sus clases.
“Solo nos envían las tareas; nosotros debemos tomarle fotos a lo que hacemos y enviarles. A veces mandamos video o audios a los profesores” cuenta Fabián.
Los niños de Mayrasco se reúnen con los de la comunidad de Huasanpata y Huamancharpa en el campo. Ahí reciben apoyo de alumnos de secundaria, pero muchos han perdido el interés para estudiar, así lo narra Andrea Lonconi, madre de familia.
“Nuestros hijos están abandonados. Algunos no estudian, otros ya no quieren hacer sus tareas, nos hacen sacar fotocopias, pero algunos entienden y otros no. Aquí en la comunidad necesitamos apoyo profesional”, refiere.
El vicepresidente de la comunidad de Mayrasco, José Luis Gómez Álvarez, expresó también su preocupación por los escolares. “Estamos preocupados porque hay niños que no tienen los medios para comprar un celular y tampoco nos alcanza la señal de internet. Tiene que subir al cerro y, generalmente, de noche, porque la señal es insuficiente durante el día y esto es un problema por la oscuridad o el silencio. Las rondas campesinas no se abastecen para dar seguridad a los niños” añade.
Gabriela y Ferdinand Rayme Centeno son hermanos. Ella cursa el tercero de primaria y él está en sexto. Ambos han caminado más de una hora hasta Mayrasco desde su comunidad de Huamancharpa, para sintonizar cada tarde la radio que tienen y compartir los conocimientos que Rosmery y otros niños saben.
Por su lado, mientras Cristian Álvarez, de 13 años, intenta captar señal para enviar la carta que escribió como tarea para el curso de comunicación; en paralelo, Aquilino, Raúl y Sara están recorriendo las pampas y los cerros de las comunidades de Huasanpata y Huamancharpa, van pasteando a sus ovejas, burros, o toros.
Ellos no tienen acceso a radio ni TV y menos internet. Estudian en la escuela de Ccachona, pero no tienen comunicación con sus docentes. Mientras no puedan ir al colegio por la pandemia ni acceder a alguna forma de estudiar a distancia, seguirán dedicando sus horas de escuela y estudio a pastear a sus animales y a las obligaciones de casa. Ellos forman parte de la estadística, del 18% de brecha educativa en tiempos de pandemia en la región de Cusco.
Un balance estadístico desarrollado por la Dirección de Educación acerca de la implementación de la estrategia “Aprendo en Casa” en la región Cusco indica que, hasta inicios de junio, un 82% de los escolares de todos los niveles de educación acceden al programa “Aprendo en Casa”, mientras que el resto (18%) está sin estudiar por factores de conectividad, económicos, medios de comunicación, ubicación geográfica.
Del dato se desprende, además, que un 11% de los escolares de educación inicial no acceden a dicha estrategia del Gobierno, mientras que un 20% está en el nivel primaria y en secundaria es el 23%, es decir, alrededor de 26 mil 89 estudiantes no accede a dicha estrategia. La Convención, Canas, Canchis, Calca son las provincias donde predomina esta brecha educativa de 18%.
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