CHAKARUWAQ: el ingeniero del último puente inca | El Comercio Perú
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CHAKARUWAQ:
el ingeniero del último puente inca

Un legado ancestral que se mantiene vivo hasta la actualidad

Eleuterio Ccallo (64) lleva casi 5 décadas dedicándose a la renovación del puente Q’eswachaka en Cusco. Debido a la experiencia que ha ganado se ha convertido en unos de los ingenieros artesanales más reconocidos de la comunidad de Huinchiri, sin embargo, por los riesgos que supone esta labor, sumado a su avanzada edad, está próximo a retirarse. Es allí donde cobra relevancia la figura de Jorge Ccallo, su hijo, llamado a ser el próximo 'chakaruwaq'.

Tradición milenaria en el Q’eswachaka: el 'chakaruwaq' y la importancia de que su legado siga vigente

La existencia del puente Q’eswachaka no solo trasciende en su dimensión meramente material sino que se presenta ante nosotros en su sentido cultural más profundo: la reproducción de una tradición ancestral que se mantiene por más de medio milenio.

A una altitud de 3700 metros sobre el nivel del mar y a casi 4 horas del centro de la ciudad imperial del Cusco, se impone un legado ancestral: el Q’eswachaka, que alude a las palabras en quechua ‘puente trenzado’.

Su sola presencia es majestuosa, y atesora el trabajo manual de cientos de personas de cuatro comunidades: Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana Quehue. Estas, son lideradas por el bautizado como 'chakaruwaq', una suerte de ingeniero ancestral que hereda de generación en generación el armado de lo que es también el último puente inca.

En 2023, esta responsabilidad es asumida por Eleuterio Cccallo (64), quien hoy por hoy es consciente de la importancia de un cargo que en breve será heredado. Y cuya supervivencia depende justamente de ello: ¿acaso las nuevas generaciones, tentadas a migrar por un futuro mejor, volverán cada año a renovar el Q’eswachaka?

-HOGAR DE LA TRADICIÓN-

A 20 minutos en auto del puente colgante (el Q’eswachaka) se encuentra la comunidad campesina Huinchiri, lugar donde viven Eleuterio Ccallo (64) y Zenobia Lloclla (65). Ambos se conocieron hace más de 4 décadas en una fiesta local, donde la madre de Eleuterio intercedió para que conozca a Zenobia. Fruto de ese amor nacieron 8 hijos, que hoy escriben sus propios caminos alejados de la comunidad pues las posibilidades de crecimiento en ella son escasas.

De hecho, Doña Zenobia recuerda que en más de una oportunidad -cuando alguno de sus hijos quiso emprender o estudiar- tuvo que vender a una de sus vacas, pues contaban con pocos recursos. No los culpan de no estar con ellos, sin embargo, cada tanto los asalta la duda de quién heredará el importante deber de alzar cada año el puente ancestral, cuando Don Eleuterio decida retirarse.

-ARDUA LABOR-

Días antes de la segunda semana de junio -fecha en la que se realiza la renovación del puente colgante- cientos de pobladores se preparan para la ceremonia que durará 3 días.

El trabajo inicia con la selección de la mejor fibra natural para el armado de las trenzas que compondrán el puente. Su nombre es ‘q’oya’, y se asemeja al ‘ichu’ por su apariencia de paja dorada que crece en el altiplano andino, sin embargo, esta suele ser más resistente para tejer.

Recolectada la materia prima, la labor no cesa. Los comuneros deben limpiar la ‘q’oya’ y cargar con ella hasta sus hogares, para luego ser machacada con una piedra o takana -herramienta hecha a base del árbol de chachacomo-. Finalmente, se deja en remojo aproximadamente 20 minutos. Una vez que seca será utilizada para tejer sogas de 45 brazas (equivalente a poco más de 50 metros).

La tradición dicta que las mujeres no pueden ser parte del proceso de instalación. Por ello, su labor cobra especial relevancia en este momento: tejiendo las primeras fibras de ‘q’oya’.

El puente Q'eswachaka mide 28 metros de largo por 1.20 metros de ancho, y es reconstruido anualmente en la primera o segunda semana de junio.

El trabajo se lleva a cabo en tres días, a través de la Mink'a, sistema de origen prehispánico que permite la construcción de obras en faena comunal.

De acuerdo con las investigaciones efectuadas en el 2008 para el Gobierno Regional de Cusco, el puente es originalmente una construcción de la época incaica y tiene por tanto más de 500 años de antigüedad.

Constituye uno de los valiosos legados de la extensa red de caminos prehispánicos del Tahuantinsuyo, conocida como Qhapaq Ñan.

En 2009, el Instituto Nacional de Cultura declaró el ritual de renovación del puente Q'eswachaka como ‘Patrimonio Cultural de la Nación’ y en diciembre de 2013, fue declarado por la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

-VISTAZO AL PASADO-

Tal y como lo hicieron sus ancestros, los habitantes del distrito de Quehue unirán esfuerzos en un trabajo comunitario. A través de la mink’a – sistema de origen prehispánico que permite la construcción de obras en faena comunal - tenderán las sogas previamente tejidas para sentar las bases del Q’eswachaka. Y como si de un juego se tratase, los cerca de mil asistentes se partirán en grupos para ir trenzando las cuerdas con una fuerza encomiable.

Entre tropiezos, caídas y risas, los comuneros llevan a cabo esta actividad, hasta que por fin va tomando forma la parte más importante del proceso: estirar las sogas supone la seguridad del puente ancestral.

El siguiente día inicia con una costumbre que tampoco se puede dejar de lado: un pago a la tierra es necesario para traer buen augurio a la nueva estructura por la que cruzarán cientos de turistas y comuneros durante todo el año.

Con un cordero sacrificado y liderado por el sacerdote andino Cayetano Ccanahuire, la comunidad participa de la importante ceremonia que continúa con el corte del antiguo puente para dejarlo ir en el cauce del río Apurímac. Es momento de erigir el nuevo Q’eswachaka.

-TOQUES FINALES-

La faena continúa, pero esta vez los comuneros se dividen en dos grupos a ambos lados del desfiladero. Con mucha destreza y sin miedo al abismo, los pobladores van sentando las bases del puente o también conocidos como “duros”.

El trabajo es intenso y cada cierto tiempo los participantes toman un descanso para chacchar coca y rehidratarse con chicha de jora. De esta manera recobran las fuerzas necesarias para completar la labor.

Luego de este proceso, los 'chakaruwaq' se sientan a cada extremo de la base y empiezan a tejer las sogas más ligeras. En tanto, otros comuneros, arman las barandas, también hechas con ‘q’oya’.

La labor culmina con la colocación de una amplia alfombra hecha de ramas y cuero de vaca que cubrirá completamente la plataforma. Finalizado el puente, los líderes pronuncian discursos y se inician las oraciones de agradecimiento.

La renovación es necesaria que se realice cada año, pues en las temporadas de lluvia se suele deteriorar la instalación y puede poner en peligro la vida de las personas.

-EL LEGADO CONTINÚA-

De momento, uno de los herederos de Don Eleuterio se ha comprometido a asumir la labor. Para aliviar la preocupación sobre el legado de la tradición en el tiempo, el gobierno local junto a la comunidad trabaja en las escuelas enseñando las técnicas ancestrales del tejer a las nuevas generaciones.

Al final del día, para el distrito de Quehue y las autoridades, proteger el último puente inca es también abrazar la tradición de sus ancestros y compartir ese legado con el Perú (y el mundo) entero.

créditos
DIRECCIÓN Y POSTPRODUCCIÓN: JOSUÉ TALAVERANO PRODUCCIÓN Y SONIDO: GUSTAVO CASTILLO PRODUCCIÓN Y FOTOGRAFÍA: ANTHONY NIÑO DE GUZMÁN TRADUCCIÓN AL IDIOMA ESPAÑOL: ALEJANDRA NINAHUAMAN MÚSICA:GRUPO PACHACAMAC LOCUCIÓN:FERNANDO VALENCIA DISEÑO Y PROGRAMACIÓN: MARCELO HIDALGO / ARMANDO SCARGGLIONI / ANGELA PEÑA / AGRADECIMIENTOS ESPECIALES: FAMILIA CCALLO LLOCLLE / WALTER OROCHE / GREGORIO HUAYHUA Y FAMILIA / VICTORIANO ARIZAPANA / CAYETANO CCANAHUIRE / ROGER CONDORI / PERCY RODRÍGUEZ / CEPRIAN CCOYORI / CÉSAR DELPINO / COMUNIDAD DE HUINCHIRI / MUNICIPALIDAD DE QUEHUE