Cuando el infierno llegó a la comunidad de Andayaje y Lawa Lawa (Ccatcca y Ocongate) en la provincia cusqueña de Quispicanchi, los comuneros pretendieron salvar del fuego más de tres mil plantaciones de pino que eran parte del proyecto de reforestación comunal, sin éxito alguno. De alguna u otra manera su subsistencia dependía de esas plantaciones, por el hongo especial que contenía, y ahora se estaba convirtiendo en cenizas. Aquel fatídico 06 de agosto del 2020, toda la población se movilizó hasta el fuego, pero ocho de ellos no regresaron, el fuego carbonizó a cuatro adultos y cuatro menores de edad en el incendio forestal, una tragedia que además dejó 35 heridos, 954 hectáreas de cobertura vegetal (pajonal andino) perdidas y animales quemados.
Beatriz de 34 años, una de las sobrevivientes quedó con quemaduras de segundo y tercer grado, en rostro, cuello y extremidades superiores. Su vista se vio comprometida, junto a otros dos de sus paisanos fueron trasladados a Lima, aún hoy intenta sobreponerse en el día a día. Ese mismo infierno quemó la piel y lo sueños de ser Policía de un adolescente de 14 años a quien llamaremos Elmer, “desde que soy pequeño he ido a apagar el fuego con mis amigos, pero esta vez me alcanzó, no pude escapar del todo”, cuenta a El Comercio, Elmer fue rescatado del infierno y tiene las huellas de las quemaduras.
Víctor Cruz Mollohuanca, exgerente de Desarrollo Social del distrito de San Jerónimo, no pudo escapar y perdió la vida en el 2021 luego de caer a un barranco cuando participaba en las labores de apoyo para sofocar un incendio forestal en el Valle Sur del Cusco.
En setiembre del 2005, un joven bombero voluntario falleció combatiendo un incendio forestal en Calca, un tronco desprendido de un peñasco cegó la vida del seccionario CBP Freddy Herrera Valenzuela, hoy actual héroe del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú (CGBVP). Son decenas de historias que solo pueden ser contadas en tercera persona, el fuego ha dejado cicatrices que les recodará al infierno del que no lograron escapar.
Cusco tiene 15 compañías de bomberos adscritas a la IX comandancia Departamental de Bomberos del Cusco, que alberga a más de 700 bomberos voluntarios. Ante la demanda de siniestros forestales los bomberos cusqueños tienen participación activa a nivel nacional, se especializaron en la atención de incendios forestales y lideran la fuerza de tarea Cusco N° 1 del Programa Nacional de Respuesta a Incendios Forestales del CGBVP, en el 2016 atendieron los siniestros forestales que afectó por semanas a Cajamarca. Actualmente, muchas instituciones han logrado equipar y capacitar su personal para el combate de estos siniestros que van en ascenso, como el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), Dirección de Cultura Cusco, Indeci, PNP, Ejército, municipios, comunidades; sin duda, los combatientes forestales son los héroes anónimos que cada año luchan contra una pandemia que parece no tener cura y que, poco a poco, reduce a cenizas la masa forestal de la región imperial.
Lecciones de fuego. ¿Qué hemos aprendido de los incendios forestales?
En Cusco, año a año crecen las extensiones de árboles nativos, pajonales, infinidad de cerros que se tiñen de blanco y negro por las cenizas que deja el fuego, las estadísticas de los últimos veinte años lo describen.
El Comité Técnico de Incendios Forestales del Gobierno Regional Cusco señala que en doce años (2005-2018) alrededor de 20 personas han fallecido entre adultos, ancianos niños, policías, guardaparques y bomberos han sido víctimas del fuego. Entre el 2005 al 2014 se reportó 604 incendios forestales, solo en diez años se registró un poco más de medio millar de incendios forestales, actualmente bastan dos años para alcanzar esa cifra.
La misma organización registra entre el 2017 y 2020 un total de 845 incendios forestales, siendo el 2019 y 2020, los años con el mayor número de siniestros (351 y 344 respectivamente) los más altos en los últimos 20 años hasta el 2020. Los incendios forestales a partir del 2019 se incrementaron exponencialmente en un 70% respecto al año anterior.
La data de perdidas sorprende aún más, si en el 2018 se perdió hasta 5 mil hectáreas, está tasa ascendió en un 90% para el 2019, donde se perdió 36, 060.40 h, mientras que el 2020, el primer año de pandemia registró 35 971.68 h, es decir, presentó una ligera reducción de áreas quemadas equivalentes a 0.089 m2.
Otra cifra que demuestra que estamos ante un incremento exponencial de incendios según el comité técnico en un periodo de tres años (2017 a 2019) se perdió 44, 295.90 h, sin embargo, en tan solo un año, 2020 (primer año de pandemia) se perdió 35 971.68 h, es decir, 8 mil hectáreas menos de las que se alcanzó en un periodo de 3 años de ocurrencias de incendios forestales.
Los incendios forestales y la deforestación relacionada con la agricultura, la tala de árboles y la minería entre otras malas prácticas sigue provocando la pérdida de bosques primarios, o bosques nativos que no solo son importantes por el oxígeno que brindan y por su rica biodiversidad. Son además sumideros de carbono naturales con gran capacidad de absorber CO2 de la atmósfera y mitigar el cambio climático.
Los datos de Global Forest Watch, una plataforma de monitoreo de bosques del Instituto de Recursos Mundiales, con sede en Washington, indican que desde el 2001 hasta 2020, Cusco perdió 56.3kha de bosque primario, lo que representa 54% de su pérdida total de cobertura arbórea, es decir el área total de bosque primario en Cusco disminuyó en 1.9%, en el mismo periodo de tiempo se perdió 105 kha de cobertura arbórea representado en un 2.9% del total. Las provincias afectadas con el 81% de toda la pérdida de cobertura arbórea son La Convención, Paucartambo, Quispicanchi, Calca y Anta. Estos datos llevan cierta aproximación con el informe de frecuencias respecto a incendios forestales de Cenepred que coincide con La Convención, Quispicanchi y Calca, incluyendo a Canchis y Espinar, como las provincias con mayores registros de este tipo de siniestros, durante el periodo 2003- 2020.
De acuerdo a la información del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (Coer) y el registro de Sistema Nacional de Información para la Prevención y Atención de Desastres (Sinpad), el 2022 dejó 492 incendios forestales, 59 mil 600 hectáreas dañadas y cuantiosas especies de la fauna silvestre afectadas, en el presente año 2023, se reportan alrededor de 125 siniestros forestales; el brigadier CBP José Arellano Camacho, comandante departamental de los bomberos en Cusco, aseveró que en los últimos dos años los bomberos voluntarios atendieron 766 incendios forestales den toda la región, el último de ellos movilizó a un contingente de bomberos de cuatro compañías Quillabamba N°57, Echarati, N° 95, Kimbiri N° 208 y Pichari N° 243, quienes con apoyo del Ejercito, PNP, combatientes forestales y pobladores después de una semana lograron sofocar el fuego en los cerros del centro poblado Qorichayocc, distrito de Manitea, provincia de La Convención.
De otro lado, el incendio forestal iniciado el pasado martes 22 que había sido controlado este último fin de semana en el sector Vizcachani - Collpani, distrito de Machu Picchu (Urubamba), cuyo daño aproximadamente alcanzó las 120 hectáreas de cobertura vegetal, se reactivó nuevamente la mañana de ayer en una zona inaccesible, según informó el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN). En el lugar estuvieron trabajando durante días los combatientes forestales del Sernanp, Ejército, PNP, Indeci y pobladores.
El hombre, una bomba de tiempo frente al medio ambiente
La mayoría de incendios se han generado entre los meses de julio a octubre. Este dato se asocia a la temporada seca, donde el fuego es utilizado en el manejo de prácticas agropecuarias y cambios de uso del suelo. El secretario del Consejo Regional de Cambio Climático y bombero voluntario, brigadier CBP Edwin Mansilla, indica que el 98% de incendios forestales es de origen antrópico o humano.
Christian Rohner, especialista de Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) en Cusco ratifica lo dicho por Mansilla, agrega que las quemas agrícolas para la limpieza de las chacras, quemas para mejorar semillas y pastos bajo las creencias de los comuneros además de quemas asociadas al tráfico de terrenos, son las que principalmente originan estos siniestros forestales.
El especialista señala que las altas temperaturas, los fuertes vientos y la sequía propagan el fuego y hacen que resulte muy difícil controlar el avance de las llamas, agrega además la reforestación con plantaciones exóticas influyen en la expansión del fuego, según los expertos, estos también puede generar otro tipo de daño ambiental más graves que el que se pretende reparar, que van desde la esterilización de los suelos hasta la disminución de las reservas subterráneas de agua y la desecación de los ríos.
“Hay otro factor que influye en su expansión como las plantaciones de eucaliptos y pinos que en muchas regiones han ido reemplazando a los bosques nativos. El problema del incendio de Andayaje del 2020, por ejemplo, es que la gente se fua a apagar el fuego para que no se queme las plantaciones de pino, este es altamente inflamable porque tiene resina y eso no lo han considerado al empezar la reforestación. Hay varias cosas que no consideran los reforestadores que trabajan en las municipalidades, muchas veces no toman datos técnicos y todo terminan forestando más por un tema de moda o gusto político que por un tema realmente técnico, lo que estamos haciendo es plantar combustible” sentenció Christian Rohner.
El experto Edwin Mansilla agrega que las condiciones de los incendios forestales son más complicadas que antes, debido al cambio climático, las condiciones atmosféricas, déficit hídrico, sequias prolongadas, recuerda que hasta hace unos años atrás hablar de incendios forestales era solo entre agosto y setiembre, actualmente inician temprano y se extienden a más meses.
Especies de flora y fauna año a año son afectadas por el fuego, la incidencia de incendios en las provincias cusqueñas como Quispicanchi, Espinar, Canchis, amenazan la actividad ganadera de ovinos, bovinos, camélidos, equinos como su alimentación.
“La fauna está amenazada y afectada por los incendios forestales, si no es directamente, se ven afectadas al quemar estos pastizales grandes porque lo que estamos haciendo es matar la flora especial, degradar la calidad de los pastos, el alimento de estos animales y de otras especies silvestres, por ejemplo, en alpacas esto se traducen en enfermedades, mala calidad de nutrición. Ello repercute económicamente porque la calidad de la fibra ya no es la misma, sale sarna y caspa, ya no tiene el mismo precio que la fibra limpia, el precio baja, hay varias implicancias que no se miden” señaló Christian Rohner, especialista de Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre en Cusco
El chachacomo y queuña son especies altoandinas, están categorizadas en el DS 043-2016 del Minagri como especies en peligro, también son amenazadas por el fuego, otro ejemplo de implicancia son los incendios en bosques de montaña cuya alteración amenaza el hábitat de osos anteojos, pumas, etc.
“Con la alteración de bosques de montaña por los incendios se está yendo también contra el hábitat de los osos anteojos, pumas, lugares de anidamiento de cóndores, zorros, gatos andinos, en el caso de incendios de totorales o humedales que son lugar de anidamiento de aves como patos, gallinetas, huallatas, o aves de paso como las parihuanas, es decir hay una fauna bastante amplia que está amenazada y si se ve afectada” finalizó el especialista de Serfor.
Agenda pendiente a resolver
El Artículo 310 del Código Penal señala: “Será reprimido con pena privativa de libertad el que, sin permiso, licencia, autorización o concesión otorgada por autoridad competente, destruye, quema, daña o tala, en todo o en parte, bosques u otras formaciones boscosas, sean naturales o plantaciones”. Una persona que provoca un siniestro puede ser sentenciado de 4 a 6 años de cárcel y prestación de servicios comunitarios de 40 a 80 jornadas. Pero en su forma agravada la pena sube a entre 8 y 10 años; y en su forma agravada especial la condena llega de 10 a 12 años de cárcel.
Sin embargo, la fiscalía de Medio Ambiente encontró obstáculos a la hora de proceder legalmente como identificar al responsable del incendio forestal, normalmente no se logra dar con el autor de los hechos, lo que dificulta aplicar las sanciones.
“Hay un gran porcentaje de siniestros en la cuales tenemos dificultades para identificar a los autores de los incendios, muchos de los incendios se inician en un lugar de tránsito y no hay forma de ubicar al autor, normalmente se da cuenta del incendio cuando ya ha avanzado, que al ir al lugar ya no está el autor ni tampoco los campesinos nos proporcionan información correcta. Muchas veces tenemos al autor, pero no tenemos elementos suficientes para vincularlo, esto mejoraría mucho con la implementación de diversos actores, si, por ejemplo, las municipalidades provinciales y distritales tendrían protocolos y planes de contingencia aprobados para la intervención de un incendio”, advirtió el fiscal especializado en materia ambiental de Cusco, José Odicio Bueno
Con parte de esta afirmación, coincide Miguel Osco, jefe del Coer: “Los fallecidos son una consecuencia de que no estamos haciendo una buena práctica, no estamos midiendo las consecuencias, ni las lecciones de los incendios, incluso los mismos comuneros no dan con los responsables cuando se investiga, entre ellos ocultan al autor, echan la culpa al adulto menor, o a un menor de 5 años, porque saben que estos grupos etarios son inimputables y se cubren entre ellos; no se identifica al culpable, pero el daño esta hecho”, refirió la autoridad regional.
El fiscal Odicio, además explica que otra gran dificultad a la hora de aplicar la ley es la ambigüedad en los términos de la redacción del artículo 310, por lo que elevaron una propuesta de modificación y actualización de los tipos penales y ambientales
“El texto mismo de la redacción del delito, está totalmente desfasado, por ejemplo, para que sea delito lo que se quema debe ser un bosque y muchas veces vemos cerros completos de pajonales quemándose y eso no califica como bosque, entonces por más que se queme un cerro completo de pajonal o de roquedio eso no va a ser un bosque, hay dificultad de tipificar esa conducta como delictiva en cuanto a la redacción del artículo 310 del código penal que sanciona los incendios forestales y lamentablemente tenemos que archivar ese caso, aun cuando se haya producido un incendio o un daño ambiental solo porque el tipo penal exige que sea un bosque, ese es el gran error, la exigencia que sea un bosque, hay otros conceptos ambientales que deben incluirse como cuando se dañan a pajonales o cualquier escenario rural, con afectación ambiental, no necesariamente un bosque. Por ello, hemos elevado una propuesta legislativa de modificación y actualización de los tipos penales y ambientales” añadió el fiscal.
Más allá de las causas
Eleazar Crucinta, historiador y actual rector de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco hace una reflexión vista desde el punto antropológico - histórico, señala los saberes y prácticas de la cultura andina como la quema de pastizales están enraizados en la cultura andina algunas de ellas se convirtieron en tradiciones nocivas que deben ser atendidas desde el tema el foco de las Ciencias Sociales.
“En nuestra cultura, el quemado no solamente era el quemado por quemar, sino era dejar la vida como estaba para que pueda darse la nueva vida, en la cosmovisión andina eso está muy arraigado, pero dada ahora las circunstancias, la modernidad, los avances, la sapiencia y todo ello se tiene que explicar a la sociedad de que las tradiciones como tal en alguno de los casos, se convierten en tradiciones nocivas”
Ante la gran demanda de incendios, Crucinta refiere que las causas van más allá de la quema no controlada en sí, sino a un error en el sistema de comunicación para frenar estos siniestros
“Aquí hay una falla, hay un disloque en la comunicación, falta ese enlace antropológico de llegada a las sociedades y un nivel de comunicación; no solamente es explicar “esto es malo”, sino es explicar “es malo ahora, eso era bueno en su tiempo los tiempos han cambiado ahora, ya hay otras necesidades”, se trata de explicar los cambios en la nueva sociedad con sus propias necesidades. Ir de frente y decir que esto es malo solo conseguiremos reprimir a las comunidades y su tradicionalidad se enraíza se fortifica más, lamentablemente en muchos de los casos vamos a la represión de la cultura como tal, sin la comprensión de todo lo nuestro es por eso que por ejemplo en el margen cultural de nuestra sociedad tenemos ciertos problemas de encuentros, de identidad, solo reprimimos las acciones pero sin el nivel de la comprensión en un proceso histórico”, finalizó la autoridad universitaria.