¿Futuro líquido?, por Richard Webb
¿Futuro líquido?, por Richard Webb
Richard Webb

Celebramos el Día de la Tierra invadidos por el agua. Además de las lluvias recientes, se derriten los glaciares y los icebergs y National Geographic predice la desaparición bajo el mar de Miami, Londres, Holanda y Bélgica. El mar Atlántico, dice, invadirá la Amazonía y llegará hasta nuestra frontera en Loreto. Pero antes de esos cambios terrenales, estamos viviendo ya una licuefacción de la vida social. 

Nuestro modelo de vida social se dibuja pensando en las sólidas estructuras de la Tierra. El valor supremo es la firmeza de la institucionalidad, trátese de la vida social, de la economía o de la política. Nos castigamos a diario cuando transgredimos alguna regla de esa institucionalidad. No hay insulto más frecuente que la acusación de informalidad, que se entiende como una violación de las instituciones. Lo que no se toma en cuenta en esa crítica es que los cimientos de la institucionalidad están siendo erosionados por cambios sociales. La causa es la misma que la que ilustra National Geographic –la licuefacción– pero aplicada no al mundo físico de la Tierra sino a la sociedad que mora en ella. 

La diferencia esencial entre el sólido y el liquido es la libertad de movimiento. El sólido se atasca ante una barrera y ese muro es precisamente la razón de ser de una institución. El liquido, más bien, encuentra un camino de salida, que es otra forma de decir que se libera. 

La nueva liberación individual procede en gran parte de la tecnología que ha permitido un salto en la intensidad de la interacción social, por la moderna accesibilidad y abaratamiento de los viajes, y especialmente de la comunicación. Camino diez cuadras a mi trabajo y me cruzo con una mayoría de personas ocupadas en una comunicación casi continua, incluyendo caminantes, policías, vigilantes e incluso choferes. Se suma el acceso continuo a la radio y televisión en autos, hogares y oficinas. Ese cúmulo de expandida interacción social informa, facilita y aceita la iniciativa y la innovación en todos los ámbitos del comportamiento social, trátese de soluciones de negocio, de salud, de esparcimiento, o de estrategia amorosa. No sorprende que muchas veces se descubran caminos que no encajan con la institucionalidad existente. 

La moderna fluidez de la población empieza a confundir los registros tradicionales de la estadística. Aumenta el número de viviendas desocupadas, fenómeno que refleja la diversificación de las ocupaciones, la mayor importancia de la educación en los planes de vida y la mayor facilidad de movimiento entre los distintos domicilios usados para cada fin. Más que migración, se dice, el movimiento entre residencias es una “oscilación”. En el distrito de Huayllay Grande de Huancavelica, por ejemplo, el número de campesinos que migran para trabajar temporalmente en otro distrito se ha elevado de 20% a 90% en dos décadas. Un dato que ha generado preocupación es la aparente inactividad de los jóvenes, cuando las encuestas registran que ni estudian ni trabajan. Sin embargo, los llamados “ni ni” son más bien “y y” porque estudian y trabajan en forma parcial e irregular, pero no bajo la formalidad que tradicionalmente define esas actividades. Y, como se transluce de los debates acerca del género, incluso esas categorías humanas empiezan a escapar los muros de las categorías tradicionales.

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