Mayté Ciriaco Ruiz

El y el , explican que una helada agronómica se da cuando el descenso de la temperatura ambiente llega a niveles críticos (no necesariamente por debajo de 0º) que no pueden ser tolerados por los cultivos. Así, se ocasionan desde daños en los tejidos vegetales hasta la pérdida del cultivo.

En el 2019, Eduardo Zegarra, investigador principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade) realizó el estudio Heladas y perfil de riesgo de los agricultores peruanos, en el que explicó que “la ocurrencia de heladas es uno de los principales factores que limitan la producción y productividad agrícola en el país”.

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Un análisis de las cifras del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (CENEPRED) y del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego revela que un total de 3.733.586 hectáreas de cultivo (13% más que en el año anterior), de más de 550 distritos de 17 regiones del país, presenta niveles de riesgo de afectación por las heladas y el friaje alto y muy alto. Esta proyección se ha dado para los meses de julio y agosto.

Las regiones con la mayor cantidad de hectáreas en riesgo muy alto son Puno, Ayacucho y Arequipa. Mientras que junto con Áncash, las dos primeras también son las regiones que tienen más hectáreas de cultivo con riesgo alto.

Según la Convención del Agro Peruano (Conveagro), solo en Puno la caída de temperaturas ya ha ocasionado grandes pérdidas para 28 mil productores. En el 2021, se proyectaba que tanto las heladas como el friaje iban a afectar a más de 900 mil productores agropecuarios.

Los bonos para sobrellevar las pérdidas no ayudan a todos los productores, debido a que se les exige una serie de registros con los que no todos cuentan: deben estar incluidos en el registro de productores del Ministerio de Agricultura y Riego, y dependiendo del tipo de bono, deben inscribirse en el proces de entrega, cuyo registro requiere la validación del ministerio.

Áreas de cultivo perdidas

Javier LLacsa Tacuri, es especialista en Agrobiodiversidad y Conservación de Especies Nativas del Proyecto GEF ABD, implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Ministerio del Ambiente y el Fondo de Promoción de la Áreas Naturales Protegidas del Perú (Profonanpe). El objetivo de este proyecto, que trabaja con 10 mil familias campesinas de Apurímac, Arequipa, Huancavelica, Cusco y Puno, es fortalecer la conservación de la agrobiodiversidad y usarla de manera sostenible, lo que implica primero priorizar el tema alimentario.

Llacsa menciona que los impactos de las heladas son de gran magnitud. “Son más o menos 2 millones de familias cuyos niños menores de cinco años y adultos mayores se encuentran en vulnerabilidad, debido, sobre todo a problemas respiratorios y la desnutrición”, sostiene LLacsa.

El tema alimentario es importante y se ve afectado por el impacto de las heladas en la agricultura y la ganadería, debido a que se perjudican las áreas de cultivo y estos se pierden. “Determinar la magnitud real de las áreas perdidas es muy complicado, debido a que la pequeña agricultura tiene pequeñas, dispersas y múltiples parcelas, que son difíciles de mapear”, dice LLacsa.

Sin embargo, en función a la cantidad de familias con las que trabajan, han realizado una estimación de cuántas de ellas se ven afectadas. “Considerando que cada año la intensidad de las heladas es diferente, estamos hablando de que estas familias pierden completamente entre 40 mil y 100 mil hectáreas producto de las heladas”, afirma LLacsa.

Además, estas familias tienen problemas con los animales que crían. Según el experto, se pierden muchas cabezas de ganado: 50 mil anualmente. Normalmente son crías, que no suelen entrar en las estimaciones ni estadísticas, debido a que no se registran como sucede en el caso de los adultos. Llacsa asegura que es importante ver el tema de las cabezas de ganado perdidas, que es complementario a la agricultura, sobre todo en tiempos de crisis, como la que se vive ahora con los fertilizantes.

En el estudio realizado por Eduardo Zegarra se explica que la mayor presencia de heladas se encuentra asociada a una menor proporción de tierras agrícolas en las unidades agropecuarias en favor de pastos naturales. La ganadería de vacunos, ovinos y alpacas, se da más en zonas de alto riesgo de heladas, lo que según el documento es consistente con la mayor presencia de pastos naturales. Y las áreas orientadas a alimentar animales se encuentran precisamente en zonas de alta incidencia de heladas.

Pese a ello, se identificó que las áreas de mayor presencia de heladas son las que demandan más capacitación y asistencia técnica. En ese sentido, el estudio concluye que el manejo agropecuario (especialmente ganadero), en estas zonas de riesgo requiere mayores servicios de asistencia a los productores.

Revalorar y recuperar los conocimientos ancestrales

El calendario climático de los andes expone que desde donde empiezan las siembras (septiembre, octubre, noviembre) hasta marzo se dan las heladas eventuales. Es decir, en ciertos días de estos meses caerán las heladas, las que llegan en plena producción de los cultivos, por lo que afectan más. No obstante, existe otra época bien definida de heladas. Estas se suelen dar en los meses de mayo, junio y julio, incluso, parte de agosto, donde por temporalidad son más intensas.

Según explica LLacsa, podrían utilizarse en términos de beneficio, dado que con el aprovechamiento de heladas se produce el chuño, la moraya, las carnes secas. “Es una utilización de las comunidades de la adversidad, en función de sacarle un beneficio”, dice el experto.

Reconociendo la diversidad de papas - Lares - Cusco
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Diversidad de maíz 2 - Huayana - Apurímac
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Ayni - Trabajo familiar colectivo - Maíz - Lares - Cusco
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Diversidad de papas - Apurímac
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En ese sentido, el Proyecto GEF ABD trata de revalorar y recuperar los conocimientos ancestrales con los cuales se produce la agrobiodiversidad. En el proceso de implementar una estrategia ordenada, LLacsa menciona que se identificaron cultivos y variedades nativas que estaban en riesgo, debido, entre otros factores, a las heladas. De este grupo, se priorizaron 10 cultivos para iniciar un proceso de recuperación: papa, oca, olluco, añu, maíz, quinua, kiwicha, cañihua, tarwi y maca. “En esos cultivos se han identificado 220 variedades nativas, que están en riesgo de perderse. Es decir, estaban siendo cultivadas por menos áreas y por menos familias”, dice el experto.

Por ello, se ha emprendido ese proceso de recuperación, a través de diferentes mecanismos. Se requiere recuperar los conocimientos, las costumbres, las prácticas, la ritualidad y la festividad, asociados a los cultivos, ya que no solo se trata de recuperar variedades nativas, sino conocimientos.

Alternativas

Para Llacsa, en el tema de las heladas es necesario partir de que existe un conocimiento ancestral previo por parte de las comunidades campesinas para enfrentarlas. Con esa base, se debe medir cuál es la capacidad de respuesta de las familias campesinas y del estado para mitigar su impacto. A partir de ese balance recién se debe incorporar la innovación, la tecnología, para que sea pertinente.

“A veces proponemos la tecnología cuando no es necesaria. Hacer ese balance nos ayudaría a complementar la importancia de los conocimientos ancestrales, con los conocimientos técnicos y científicos”, asegura el experto, quien explica que se deben hacer políticas desde las comunidades, y no al revés. “Hay que conocer la esencia de las comunidades campesinas y sobre todo su potencial. Uno de los más grandes que tienen es producir agrobiodiversidad en estas condiciones tan diversas”, dice.

Por esa verticalidad a la hora de realizar políticas públicas y la falta de interinstitucionalidad, los proyectos de cambio climático del área rural no funcionan. En ese sentido, LLacsa resalta además que muchas veces tienen de 7 a 8 instancias como estado en una comunidad y por lo general todas mantienen discursos diferentes, lo que no ayuda a que los proyectos funcionen.

“Algo que vemos es la falta de una visión integral de desarrollo rural y se hacen propuestas de solución como impulsar el monocultivo, pero no se puede comer todo el año un solo producto”, dice LLacsa, quien reitera que a partir de la base del conocimiento ancestral, recién es posible complementar con el conocimiento técnico de innovación.